PERFIL

Mariano Rajoy, la leyenda del registrador

El mejor truco de Rajoy ha sido convencer al mundo de que esa caricatura de un burócrata adicto al 'Marca' y con tendencia a desorientarse es el verdadero Mariano

Mariano Rajoy, en una visita que realizó el miércoles a una plantación de alcachofas de Tudela (Navarra).

Mariano Rajoy, en una visita que realizó el miércoles a una plantación de alcachofas de Tudela (Navarra).

ANTÓN LOSADA

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El mejor truco de Rajoy ha sido convencer al mundo de que esa caricatura de un burócrata adicto al 'Marca' y con tendencia a desorientarse siguiendo sus propias palabras es el verdadero Mariano. Pocos han sabido convertir una imagen que a cualquier otro le resultaría irritante en un camuflaje ideal para la refriega política. Lo ha logrado con la paciencia del táctico ambicioso que disfraza y con la ironía necesaria para ser el registrador más joven de España y tener sentido del humor.

En estas elecciones Mariano Rajoy se la juega más que nadie. Pero eso no es nuevo para él. En realidad la pregunta correcta sería cuándo no ha estado en cuestión su liderazgo, o cuándo no se gestaba alguna conspiración para jubilarle como candidato. Siempre pensamos que Rajoy está en peligro. Cuando nos damos cuenta de que él es el peligro ya resulta demasiado tarde. Que se lo pregunten a Esperanza Aguirre o a José María Aznar. También creyeron pelearse contra la caricatura. Seguramente aún no se reconocen abatidos por un rival despiadado en su estrategia, maestro en la gestión de los tiempos, resistente a las presiones y conocedor del poder revolucionario de la paciencia.

Mariano Rajoy lleva toda la vida en política pero todos pensamos que está de paso. Otro de sus aciertos. No es un registrador metido a político. Es un político que además tiene plaza de registrador. Se formó en el Partido Popular de Galicia, el West Point de la política. Ningún lugar mejor para entrenarse en todas las suertes de la confrontación política: trincheras, cuerpo a cuerpo, guerrilla o guerra psicológica. Lo probó todo en la agitada derecha política gallega, ese laboratorio donde se testó el modelo que desarrollaría luego como secretario de organización de Aznar: armar una gran máquina electoral conservadora que ocupase todo el espacio de la derecha a base de fusiones y absorciones.

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Allí aprendió Rajoy que no hay buenos ni malos, solo están los del partido y los de fuera. Las carreras sucesorias, las elecciones y el gobierno se ganan en el partido, con los militantes y los simpatizantes. No se ganan con ruedas de prensa, ni con las encuestas, ni con los vídeos en Youtube. Siempre tiene presente que el secreto del éxito reside en el compromiso dedicado a los suyos. La pregunta clave que uno debe hacerse al tomar una decisión no es si la gente la va a entender. Si los tuyos no lo entienden, no lo hagas; así de sencillo es el código mariano.

EL LOGRO DE MANTENER UNIDO AL PARTIDO

Por eso se mensajeaba con Luis Bárcenas, por eso alaba a exministro José Manuel Soria en mitad de la campaña o por eso sostiene a Jorge Fernández Díaz. El resto de la humanidad no lo entiende pero la gente del PP lo espera. Así ha logrado mantener unido al partido en medio del mayor vendaval de escándalos y corrupción soportado jamás por una organización política europea y así va camino de volver a ser la fuerza más votada

Lo primero es proteger al partido y lo segundo no hacer cosas raras. Nadie más consciente de sus limitaciones. A pesar de la insistencia de sus asesores no se empeña en parecer lo que no es. Nunca ha pretendido ser un patrón como Manuel Fraga, o un superhéroe como Aznar. Lo que cuenta es ganar pero no se puede ganar a todo ni ganarlo todo. Tras dos décadas de líderes obsesionados por el control, Rajoy se hizo fuerte en su organización forjando alianzas sobre el principio más sólido del liderazgo: si el líder gana, tú ganas.

Rajoy ha confrontado estas elecciones como el segundo ejercicio de una oposición. Sigue convencido de que la economía importa a sus votantes y el miedo a la incertidumbre les moviliza. Ha repetido su campaña como si fuera un temario y eso le ha valido críticas a su apuesta por la polarización. También las recibió cuando rehusó la investidura, pero cuando el tiempo le dio la razón hasta los más escépticos reconocieron al estratega. Si los resultados la noche del 26-J vuelven a darle la razón habrá agrandado un poco más la leyenda del registrador que llegó a presidente. Si se equivoca intentarán retirarlo, otra vez.