Pablo Iglesias asalta BCN a la búsqueda del voto anti-CiU

CamEquiscip ismolo bore consequam, susci ero digna augue

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XABIER BARRENA / BARCELONA

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Dice Pablo Iglesias, cuando se inspira en Karl Marx, que "el cielo no se toma por consenso, sino por asalto". Y este domingo 'asaltó' con su verbo directo Barcelona para dar muestra de la ambición que trufa su relampagueante carrera política. Hay dos formas de entender la política en Catalunya para un político español: como granero de votos para el asalto a la Moncloa o bien como un sujeto político propio en el que también se quiere vencer. Iglesias opta por la segunda. Frente al recuerdo de otros líderes que en el Principado repiten las soflamas incendiarias contra el PP, esté o no en el Gobierno, el líder de Podemos prefirió ayer atizar a Artur Mas y a Convergència. El objetivo, capitalizar en lo posible el voto anti-CiU, que existe y es cuantioso.

Mientras el panorama específico catalán se halla enfangado en el debate sobre si habría que hacer una lista unitaria con una sola candidatura o con varias, Iglesias ofreció a Podemos como el contrapunto a CiU y sus políticas siempre alineadas con el 'establishment' (por usar el léxico del partido lila) económico. Y las encuestas le dan la razón, ya que hay algunas, referidas al Parlament, que, en un escenario de alta participación -propio de unas plebiscitarias, es decir, de frentes- le otorgan hasta 25 diputados.

El ataque de Iglesias a CiU se produjo por los dos flancos que, precisamente, pretende guarnecer Oriol Junqueras: las políticas sociales y la corrupción. "Llevar la bandera no te convierte en un patriota. Y tener el dinero en Andorra o en Suiza es ser un traidor a tu pueblo, te llames Jordi Pujol Rodrigo Rato. No tienen más patria que su dinero", clamó en un Pavelló Olímpic de la Vall d'Hebron repleto y con el auditorio tan absolutamente entregado como no se veía en Catalunya desde los tiempos de Felipe González. Y claro está, aludió también a los recortes en políticas sociales, por ejemplo en sanidad, los mayores en España y que él comparó con los realizados, privatizaciones mediante, por la popular Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid.

En este contexto, del poder del dinero, habló de "La Caixa", la primera entidad bancaria catalana que tiene un fuerte ascendente en el mundo político por haber facilitado financiación "a CiU, PP y PSOE". Para acabar con un "señor Mas, repita conmigo, su tiempo se ha acabado".

LA CUP LE MANDA UN ABRAZO

"No me veréis abrazado a Mariano Rajoy ni a Mas", afirmó en lo fue un dardo a la CUP, con quien compite por parte del electorado catalán, y al saludo cariñoso que el 'president' y David Fernàndez se regalaron en la noche del 9-N. La fuerza asamblearia respondió con sorna al líder de Podemos, vía Twitter: "Un abrazo a Pablo Iglesias... pero en relación a comprometerse con la celebración de un referéndum de independencia, ¿qué?".

Y es que el de Vallecas se comprometió con el derecho a decidir, pero no solo en el asunto territorial, sino también en cuestiones económicas (muy a lo ICV, por decir algo) y situó el debate sobre todo ello en el marco de "un proceso constituyente". Pero de un referéndum independentista, ni una palabra.

"No somos ni independentistas ni unionistas", afirmó como prólogo a una de sus frases de repertorio: "Pero no quiero que Catalunya se vaya". "La casta española ha insultado a los catalanes", sentenció antes de reprochar que los políticos españoles "hayan olvidado que España es un país de países, un país de naciones".

Ya en clave de política española, un recuerdo al PSOE (y a IU) cuando rechazó cualquier pacto preelectoral: "El poder no teme a ninguna coalición de partidos, teme a la gente. Y nosotros somos la gente", sentenció. Ya sus primeras palabras ("No he venido a Catalunya a prometer nada, no me gustan los políticos que prometen") fueron toda una enmienda a los socialistas y a su anterior líder José Luis Rodríguez Zapatero.

El apunte sobre los temores del poder, que en el fondo se vislumbran en su lema de precampaña para las generales del 2015 ('Su odio, nuestra sonrisa') se repitieron en una consigna con mucho sabor a los años 30: "Están los de arriba, y estamos los de abajo. Y los de abajo somos muchos más que los de arriba".