CÓNCLAVE REPUBLICANO

El otro espejo vasco

Pleno de despedida 8 Junqueras (en el centro), los otros diputados de ERC y el resto del hemiciclo, ayer.

Pleno de despedida 8 Junqueras (en el centro), los otros diputados de ERC y el resto del hemiciclo, ayer.

XABIER BARRENA / BARCELONA

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ERC celebra hoy su 27ª congreso. Y lo hace con el pacto por la lista unitaria a medio digerir. A tenor de lo que se lee en su ponencia política, el acuerdo con Artur Mas, ANC, Òmnium y la AMI ha hecho saltar en pedazos la hoja de ruta prevista por el partido y que esta mañana, paradójicamente, los compromisarios votarán. La lectura del texto se hace antigua hoy y permite detectar cuán fuerte es el cambio de rumbo que tuvo que asumir Oriol Junqueras para satisfacer las demandas de parte del electorado soberanista (y de su propio público) con tal de cerrar el acuerdo.

El 27-S ocupa ahora la mente de los republicanos. El triunfo del independentismo es la tabla de salvación a la que agarrarse tras un pacto que, entre la militancia, tiene sus detractores y, sobre todo, a muchos que no lo entienden, a tenor de lo oído en los últimos meses.

La pregunta que subyace en todo ello, y que muchos en Esquerra no quieren ni plantearse hasta el 27-S, o más allá, es cuál es el futuro del partido tras la alianza electoral con CDC y las entidades. El ejemplo de lo que significó para ERC

-pasar casi al ostracismo electoral- el apoyo a Jordi Pujol en las dos primeras legislaturas es algo que la militancia tiene todavía bien fresco en la mente. Pero hay otro espejo, más reciente, y que quizá cause más inquietud: el caso de Eusko Alkartasuna en la siempre observada (desde las posiciones soberanistas) Euskadi.

Nacido como una escisión del PNV, cuando el navarro Carlos Garaikoetxea osó plantear el vaciado de competencias de las poderosas diputaciones forales al Gobierno vasco, Eusko Alkartasuna (Solidaridad Vasca, en euskera) consiguió más o menos rápidamente una amplia implantación y una representación institucional digna. Siempre por detrás del hegemónico PNV. Una vez las lógicas heridas abiertas por la escisión de 1986 se fueron generacionalmente cerrando, y con el conflicto vasco de fondo, por un lado el deseo de más autogobierno de los nacionalistas y, por el otro, la implacable actuación criminal de ETA, EA y PNV fueron acercando posiciones. El partido entonces de Xabier Arzalluz, como CiU, tenía también sus propios sectores, unos más nacionalistas, otros más pragmáticos. No era lo mismo el PNV de Guipúzcoa que el de Vizcaya, por poner un ejemplo.

El pacto de Lizarra

Ese acercamiento fructificó, por ejemplo, en el pacto de Lizarra, donde partidos y entidades de la sociedad civil (¿les suena?) establecieron una hoja de ruta a seguir para la libertad del pueblo vasco. Lizarra tensó el mapa político vasco. Nicolás Redondo Terreros (PSE) y Jaime Mayor Oreja (PP) mostraron una unidad de acción hasta entonces, y desde entonces, nunca vista entre los principales partidos españoles. El frentismo estaba servido. Y en ese momento, para evitar el triunfo de los partidos constitucionalistas, PNV y EA unieron sus fuerzas en las elecciones del 2001.

Tras Lizarra vino el plan Ibarretxe, una propuesta de autodeterminación vasca encaminada a formar un estado asociado a España que hoy recibiría el nombre de tercera vía y por la que suspiraría, incluso, Josep Antoni Duran Lleida. A resultas de todo ello, PNV y EA volvieron a concurrir del brazo en los comicios del 2005.

EA obtuvo en 1994 105.000 votos y logró ocho diputados en Vitoria. En el 2009, tras las dos citas en las que acudió con el PNV, sacó 37.000 sufragios, el 3,68% de los votos y un solo escaño.

El final de la historia, hasta ahora, se empezó a escribir en el 2012, cuando EA buscó nuevos socios, la llamada izquierda aberzale. Nació entonces EH Bildu y donde la fuerza hegemónica interna la detentan los herederos de Herri Batasuna (y su sucesión de marcas). EH Bildu obtuvo 277.000 votos y 21 escaños en los comicios del 2012, de los que cinco corresponden a EA. Pero como sujeto político, el partido ha desaparecido del mapa.