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'Operación Mascarell': miedos y esperanzas

MARÇAL Sintes

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Lo que está dando más que hablar del nuevo Govern es sin duda el fichaje de Ferran Mascarell, quien, en lo que es un hito realmente extraordinario, va a ser responsable de Cultura en dos gobiernos de signo opuesto y, además, con solo cuatro años de diferencia. En el PSC que alguien de la entidad y la trayectoria de Mascarell haya decidido cambiar de bando no ha sentado nada bien, pese a que a más de uno su marcha le facilita las cosas. Que se escape algún exabrupto -«traidor», etcétera- resulta, por consiguiente, inevitable. Hay que tener en cuenta que, para aquellos que sienten la política como una batalla entre buenos y malos, entre nosotros y ellos, lo de Mascarell viene a ser como cuando Luis Figo se enfundó la zamarra del Real Madrid.

En cuanto a Artur Mas, sabemos el porqué de la operación Mascarell, pues él mismo vio la necesidad de sintetizarlo ayer en su alocución ante los nuevos consejeros: para mostrar su voluntad de traspasar las fronteras entre partidos. Seguramente es cierto, aunque apostaría que, si de lo que hablamos es de distancias ideológicas, lo es más todavía en el caso del sorprendente fichaje para Justícia de la abogada del Estado Pilar Fernández Bozal. Mascarell es un tipo sin duda solvente, amén de elegante y bien visto por influyentes sectores del mundillo cultural. Por último, subiendo a Mascarell al barco, al abrirse, CiU da otra vuelta de tuerca a su estrategia por rebanarle centralidad política al PSC.

Pero ¿qué ocurre en CiU mientras tanto? ¿Celebran todos por igual el fichaje del maragallista Mascarell? La verdad es que no. Mientras que a muchos les satisface haberle robado al PSC su referente en materia cultural, algunos otros no lo ven tan claro. Sus motivos para la reticencia son tantos como los de los que aplauden la incorporación. En su opinión, el fichaje es el resultado de un esquema pujolista ya superado según el cual en el mundo intelectual y cultural la hegemonía de las izquierdas es inapelable. Ya no funciona así, sentencian. Las izquierdas se hallan diezmadas y a la deriva, por lo que esa antigua hegemonía, coligen, está como mínimo en disputa. Para ellos ahora era el momento de situar en Cultura a alguien de trayectoria claramente nacionalista, con brío y de una generación posterior a la de Mascarell.

Por otra parte, se preguntan, si bien es cierto que ayer Mascarell

prometió solemnemente lealtad al presidente Mas al aceptar el cargo, ¿qué política cultural querrá llevar a cabo el flamante consejero, la suya o la de CiU?, ¿qué dimensiones tiene el terreno compartido entre él y la federación nacionalista? Los que dudan admiten que les tranquilizó saber que el área de medios de comunicación, asunto estratégico para cualquier gobierno, pasaba de Cultura a Presidència.