ENTREVISTA AL EXMINISTRO DE DEFENSA

José Bono: «Prefiero Ciudadanos al PP. En Ciudadanos no hay ultras»

«Hay que dar un tratamiento diferenciado a Catalunya, con un límite: la igualdad de derechos entre los españoles»

José Bono, minutos antes de la entrevista, el pasado jueves en el hotel Casa Fuster de Barcelona.

José Bono, minutos antes de la entrevista, el pasado jueves en el hotel Casa Fuster de Barcelona.

JOSE RICO / BARCELONA

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Nada de lo que diga José Bono (Salobre, Albacete, 1950) puede pasar desapercibido, por más que esté oficialmente retirado de la primera línea política. En 'Diario de un ministro' (Editorial Planeta) desvela confidencias de sus años como ministro de Defensa (2004-2006). Cómo no, Catalunya es uno de los temas estrella.

-El libro contiene información muy sensible desconocida hasta ahora. ¿Ha querido pasar cuentas por sus años como ministro de Defensa?

-No pretendo ajustar cuentas con nadie, entre otras cosas porque el libro se publica 10 años después de los acontecimientos que narra, de manera que muchas heridas ya están cicatrizadas. Mi propósito es dejar testimonio de hechos relevantes.

-Pero, por ejemplo, ¿por qué callar tanto tiempo un hecho tan relevante como que el Gobierno de Aznar supo tres días antes del 11-M que se preparaba un atentado yihadista?

-No callé, se lo comuniqué por escrito al presidente José Luis Rodríguez Zapatero y en el libro está el documento. En el 2004 el ambiente político era de alta toxicidad por el uso partidista del terrorismo. El PP llegó a cuestionar la legitimidad democrática del Gobierno de Zapatero. Mi testimonio se habría interpretado como elemento de confrontación.

-Fiel a su estilo, en el libro se expresa sin pelos en la lengua, sobre todo cuando habla de Catalunya. Con su relato podemos llegar a la conclusión de que el Estatut fue un empeño personal de Zapatero.

-Ni un empeño de Zapatero ni una reivindicación masiva de los catalanes. Las encuestas de la Generalitat situaban el Estatut en la preferencia número 24 de los ciudadanos. Fue una reivindicación de determinada clase política, no de la ciudadanía. Y Zapatero contaba con el apoyo casi unánime del PSOE. Cuando el Estatut se presentó en el Congreso, yo fui el único ministro que no asistió.

-Tan ofensivo le parecía que hasta provocó su dimisión.

-Ofensivo no. Pero el Estatut, por su gestación y contenido, era portador de un germen secesionista que, lamentablemente, creció.

-¿El germen fue aquel proyecto que llegó al Congreso o la sentencia del Tribunal Constitucional?

-Aquel texto fue el origen. Luego se fueron añadiendo errores.

-En el libro relata que Artur Mas estaba dispuesto a renunciar al término nación a cambio de dinero. Con todo lo que ha venido después, ¿no cree que quizá haber respetado aquel Estatut hubiera sido, para su venerada unidad de España, el mal menor?

-La unidad de España es la garantía de la igualdad de todos los ciudadanos. Lo antiguo, lo reaccionario, es el separatismo. En todo caso, el Estatut fue sometido a referéndum y uno de los partidos que impulsó el proceso, ERC, ni lo votó.

-Luego no contendría tanto germen independentista.

-Ignoro la razón exacta del voto de ERC. Pero la verdad es que se alimentaron sentimientos que han hecho creer a muchos catalanes de buena fe que sus males se deben únicamente a que forman parte de España y que la solución es el separatismo.

-¿Usted no se siente responsable de haber alentado el independentismo con algunas de sus declaraciones?

-Todos cometemos errores, pero a este conflicto han contribuido muchos factores: atribuir a España la condición de madrastra, extender la mentira del «España nos roba», anteponer lo identitario a lo solidario, que algunos socialistas hayan querido ganar a los nacionalistas en nacionalismo antes que en votos, defender desde el PP la posición del general Mena, la falta de honorabilidad de Pujol cuando dijo que el «mestizaje destruiría Catalunya y que el hombre andaluz no es coherente»...

-Usted escribe: «¿Qué sentido tiene que un Gobierno socialista ponga en solfa la Constitución?» Entiendo, pues, que oír hablar hoy al PSOE de la reforma constitucional federal le debe producir urticaria?

-Lo que sorprende intelectualmente es que se hable de federalismo asi-métrico. Es como si se hablase de curas ateos o de nieve negra. El federalismo evoca simetría e igualdad; y una fórmula federal nunca sería aceptada por quienes defienden la desigualdad entre territorios. El PSOE no defiende que quien pague más impuestos viva mejor.

-¿El federalismo de Pedro Sánchez resolvería el problema catalán?

-Hay que negociar una solución inteligente, hábil y generosa para que Catalunya y España permanezcan unidas. La formula quizá exija un tratamiento diferenciado pero con un límite: la igualdad de derechos entre los españoles. Todo lo demás es susceptible de ser negociado. Diferencia sí, desigualdad no.

-¿Qué tratamiento diferenciado?

-El 'café para todos' fue una salida pero no es la solución definitiva. Habrá que hacer cambios en el reparto territorial del poder mediante fórmulas inteligentes y solidarias. De lo que debemos huir es de maximalismos como este: «Acabaremos pidiendo la luna y lo malo será que nos la pueden conceder». Lo dijo Artur Mas a un famoso periodista.

-Las elecciones generales pueden dejar un mapa político de inestabilidad. Usted rechaza de plano un pacto con Podemos. ¿A quién prefiere entonces: al PP o a Ciudadanos?

-No es el momento de los pactos, antes hay que votar. Pero entre Ciudadanos y el PP, prefiero sin duda alguna a Ciudadanos. Se trata de una opción más templada, menos radical. En Ciudadanos no hay ultras.

-Así pues, ¿a Susana Díaz le aconsejaría pactar con Ciudadanos?

-A Susana no hay que aconsejarla. Sabe muy bien lo que debe hacer.

-Parece que su relación con Albert Rivera es muy buena.

-Es una relación amistosa que diferencia lo personal y lo ideológico. A estas alturas de mi vida cada vez me siento más leal a mi partido en el que milito desde 1969, y cada vez me siento más libre para decir lo que pienso. Mi distancia ideológica con Rivera es superior a la personal.

-Con Pablo Iglesias también estrechó lazos en una cena, acompañado de Zapatero.

-Yo hablo con todo el mundo. Escuchar a quien discrepa es un ejercicio de educación y también puede serlo de inteligencia porque un adversario político no siempre está errado. Yo estoy muy alejado del radicalismo de Podemos, pero eso no impide una relación personal.