PERFIL
Jordi Pujol, ese que tenía que ser leyenda
Al dar a conocer su fortuna en Andorra, el 'expresident' pasó de ser héroe del catalanismo a villano
Plaza, avenida, paseo, esquina, escalera, de Jordi Pujol. Hace justo un año, todos pensábamos que la figura del 'expresident' acabaría dando nombre a centenares sino miles de calles de toda Catalunya. Pero su historia es de esas de lo que tendría que haber sido y nunca acabará siendo.
Todo viró justo hace un año, cuando Pujol, bien entrada la tarde, anunció que tenía dinero sin regularizar en Andorra. El imperio y el aura mística que se había construido, en pocas horas, estaba al suelo, deshecha en mil pedazos y sin nadie que quisiera o se atreviera a recomponerla.
Nacido en 1930, la suya fue una vida de lucha: primero para acabar con el poder franquista y, más tarde, para mantener el poder en su mano, a toda costa. Y, aunque pesase a los demás, lo consiguió. Su carrera política arrancó en 1960 con los 'fets del Palau', que le acabaron costando dos años y medio de cárcel y que su popularidad se disparara. Con el fin de la dictadura, creó su partido, CDC, con el que más tarde -desde el catalanismo autonomista y conservador- asaltó y mantuvo durante 23 años el mando de la Generalitat de Catalunya, una institución restaurada por un Adolfo Suárez que quería sofocar las aspiraciones nacionalistas catalanas.
EL SABIO CATALANISTA
Cuando hablaba, después de dejar la presidencia en el 2003, todos, convergentes y oposición, callaban. Era cierto que había tenido sus polémicas durante sus largos seis mandatos -Banca Catalana y el pacto del Majestic, entre ellos-, pero había conseguido salir ileso de todas y cada una de ellas.
Su intocabilidad lo hacía especial y su viraje hacia las tesis independentistas dio fuelle al movimiento. Si el 'molt honorable president' se había dado cuenta de que con España ya no había nada que hacer, es que realmente no había nada que hacer.
Convergència, bajo tutela de Artur Mas, cambió a su vez de rumbo y usó la figura de Pujol para legitimar su posición. El partido sabía de la influencia de que atesoraba el octogenario y más valía tenerlo cerca.
UN VERANO PARA EMMCARCAR
La casa de Queralbs estaba llena, tanto dentro como fuera. Jordi Pujol se pasó todo el verano encerrado en su masía de veraneo encerrado, huyendo de las cámaras que le perseguían día y noche desde que anunciara su dinero en Andorra. El "si me atacan a mí, atacan a Catalunya", que tantas veces había usado el 'expresident' para defenderse, se giró en su contra: Mas le giró la espalda y Convergència le quitó la presidencia de honor. Su teléfono dejó de sonar.
Después de un año de la escena, los Pujol ya no son honorables. De hecho, más de uno ha cambiado la palabra familia por 'clan' y los alcaldes de Catalunya ya no le dedicarán una plaza o una avenida, sino un callejón sin salida.
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