MIRADOR

En contra del manual del buen catalanista

NEUS TOMÀS

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Levanto la vista y en la pantalla veo la cara de circunstancias del ministro de Economía, Luis de Guindos, reconociendo que España se ha convertido en el «rompeolas» de la incertidumbre. Uff...Intento abstraerme y empezar a escribir esta columna cuando recibo en mi correo electrónico la convocatoria del Parlament informando de la logística prevista para seguir el pleno que mañana debatirá y aprobará la propuesta de pacto fiscal. Uff...Paro y decido que contraviniendo el manual del buen catalanista aprovecharé esta tribuna para formular la pregunta: ¿Sí, estamos seguros de que ahora es el momento de plantear el nuevo modelo de financiación?

Cuando he interpelado a nuestros políticos he recibido respuestas de todo tipo aunque la que más interesa es la del Govern, que al final es quien tendrá que plantarse en la Moncloa para defenderlo. El argumento de CiU es que «Madrid siempre tiene una excusa» para dar largas a Catalunya. No lo niego, aunque con la que está cayendo hay que reconocer que esta vez su excusa es bastante buena.

Entiendo que dudar del momento escogido pueda parecer una provocación sabiendo, por ejemplo, que la Conselleria de Economia ha avisado a las entidades de servicios sociales que su prioridad es abonar las nóminas y que a partir de ahí no puede garantizar nada más. «Las previsiones son de un día para otro», ha argumentado. Habrá quien, con razón, defienda que es una gran injusticia que la caja de la Generalitat no dé tampoco ni para pagar a los hospitales y escuelas concertados mientras Catalunya es víctima de un expolio fiscal. Y siendo todo cierto, la pregunta creo que, al menos, es pertinente. Porque el resto no están mejor. El Gobierno balear reconoce que tira de crédito para pagar a sus trabajadores. Y de la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Murcia todo lo que se diga será poco.

De acuerdo, unos han despilfarrado más que otros pero, de momento, estamos todos «en el mismo barco» (Rajoy dixit). Otra cosa es que, siguendo con la metáfora náutica que tanto juego da, en vez de esperar un poco de lo que se trate sea de que Catalunya empiece a navegar sola en el revuelto mar europeo. Si este fuera el objetivo último (legítimo y puede que incluso conveniente), se agradecería que el Govern empezase a enseñar la carta de navegación. Así los pasajeros, mientras escuchamos a la orquesta tocar la partitura alemana, podríamos hacernos una idea de lo que nos espera.