Catarsis en Convergència

El 'president'Artur Mas, ayer, en su visita a la cárcel de Figueres.

El 'president'Artur Mas, ayer, en su visita a la cárcel de Figueres.

FIDEL MASREAL
BARCELONA

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Cuando Josep Rull era un adolescente tenía tres pósters en su habitación: uno de los Dire Straits, otro de Olivia Newton-John y el tercero de Jordi Pujol. No es extraño que el partido que Pujol engendró en 1974 estuviera ayer en estado de shock. Tristeza, estupor, pena, disgusto son algunas de las palabras empleadas en CDC para describir la situación. Rull, recién nombrado coordinador general de los nacionalistas, fue el encargado de pedirle ayer a su ídolo de juventud que tome «las decisiones que corresponda» en relación al partido después de confesar que ocultó capitales en el extranjero. Es decir, que le invitó amablemente a dejar su cargo. El cargo de presidente fundador, nada menos. Artur Mas, mucho menos explícito, aprovechó un discurso como president en la cárcel de Figueres para admitir que en el pasado se han hecho cosas muy bien pero otras «muy mal». E invitó a mirar hacia el futuro.

De hecho, Mas fue el único que supo con cierta antelación la noticia. El viernes, cuando se anunciaba la sustitución de Oriol Pujol -uno de los hijos del expresident- por Rull, casi nadie sabía en CDC lo que les esperaba horas más tarde. Eso, sin duda, ha contribuido a alimentar la decepción. A lo que cabe añadir que, como admiten quienes conocen bien al fundador convergente, este ha confesado ahora sencillamente porque se vio atrapado ante la posibilidad de que se descubrieran públicamente sus cuentas opacas en el extranjero. ¿Por qué no actuó antes? La única explicación es que durante una parte importante de ese período ejercía de president. Confesar entonces le hubiera obligado a dimitir. Pero Pujol dejó el Palau de la Generalitat en el 2003. Desde entonces ha tenido 11 años más para hacer aflorar el dinero que mantenía oculto.

Sea como sea, es un momento ideal para iniciar la refundación del partido. Así de claro se expresa una de las voces más conocedoras de la fuerza política desde hace años.

Paradójicamente, la confesión de Pujol es un misil en la credibilidad convergente que puede actuar en positivo como detonante de una situación largamente enquistada en CDC, una batalla entre lo viejo y lo nuevo. En todos los sentidos. En la manera de actuar ante la corrupción. En la imagen y la ejecución conservadora de ciertas políticas económicas y sociales. En la definitiva renovación generacional. En la imagen de stablisment. En la tradicional ambigüedad sobre el soberanismo. E incluso en la manera de organizarse internamente, dado que ya existen demandas explícitas para que CDC se abra, acepte fórmulas como las elecciones primarias y abandone el sistema de relevos digitales, como el que ejecutó el propio Pujol con Mas. Un Mas que se ha ido desprendiendo muy lentamente (demasiado lentamente para muchos en CDC ) del llamado pinyol, el núcleo duro que le había aupado con el que se sentía en deuda.

NUEVA ESTRATEGIA / El nombramiento de Rull horas antes de la confesión de Pujol, es todo un síntoma. Hombres y mujeres generacionalmente alejados de la etapa Pujol piden paso. Alcaldes jóvenes, desde Joan Ramon Casals en Molins de Rei hasta Albert Batalla, de La Seu, pasando por la nueva portavoz y edil de San Cugat, Mercè Conesa, o por hombres heterodoxos como el conseller de Política Territorial, Santi Vila, o por la líder de las juventudes del partido, Marta Pascal, sin pelos en la lengua a la hora de pedir una sacudida interna.

De hecho, Rull explicó ayer en RAC-1 que el equipo que coordina prepara para septiembre un plan estratégico y programático. Convergència, describió, ha de «salir fuera» y «ampliar el perímetro de influencia» y ser todavía más explícita respecto a su independentismo.

No falta en el partido quien confiesa que la marca está gastada, que el liderazgo de Mas es lo que aguanta los mimbres. Y que en un mapa político en recomposición en Catalunya está por ver qué espacio quiere y puede ocupar esta fuerza.

PUJOL, «DESTROZADO» / Mientras, Pujol está «destrozado», según personas de su entorno. El hombre que hizo de la austeridad una bandera, que siempre se jactó de estar limpio frente a quienes querían «destruirle», ese hombre ve además cómo Convergència reniega de su creador. Catarsis, según el diccionario del IEC, es una «purificación liberadora de las emociones primarias, como la culpa y el miedo, mediante la contemplación de una obra, de una tragedia».