30 AÑOS DE LA INTENTONA GOLPISTA

El Congreso desclasifica nueva documentación inédita del 23-F

El Rey habla con Alberto Oliart, entonces ministro de Defensa y Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno.

El Rey habla con Alberto Oliart, entonces ministro de Defensa y Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno. / periodico

EL PERIÓDICO / Madrid

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Treinta años lleva escrito en la historia de España que el Rey fue la mano que desactivó el intento de golpe de Estado. Tres décadas después, esa afirmación tiene una nueva base documental sobre la que sustentarse. En concreto, sobre cinco puntos. Son los que contenía el télex que Juan Carlos remitió al capitán general Jaime Milans del Bosch, uno de los cabecillas de la sedición, para ordenarle que retirase los tanques de Valencia y se entregara. La nota fue leída un mes después del 23-F por el ministro de Defensa, Alberto Oliart, en sesión secreta del Congreso y guardada bajo llave en los archivos de la Cámara. La transcripción taquigráfica de esa comparecencia, de fecha 17 de marzo de 1981, fue ayer desempolvada y publicada por Efe.

En la nota, enviada a las dos y media de la madrugada del ya 24-F, el Rey advirtió a Milans de las consecuencias de sus actos, aunque también, entre líneas, expresaba su temor a que el país volviese a 1936. «Juro que no abdicaré de la Corona, ni abandonaré España. Quien se subleve estará dispuesto a provocar una guerra civil y será responsable de ello». Al militar golpista le llegó la comunicación pocos minutos después de haber escuchado al Monarca en televisión, y leyó, para su sorpresa, lo mismo que acababa de oír: el Rey no estaba con ellos. «Mi rotunda decisión es mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Después de este mensaje, ya no puedo volverme atrás».

Fidelidad a la bandera

La tensión del momento no impidió mantener el tono solemne: «Hoy más que nunca estoy dispuesto a cumplir el juramento a la bandera. Cualquier golpe de Estado no podrá escudarse con el Rey, es contra el Rey». Tras ordenar al capitán general la retirada de las tropas y la anulación del toque de queda en Valencia, Juan Carlos le remite su última orden: «Te ordeno que digas a [Antonio] Tejero que deponga su actitud. Por España primero, y por la Corona después». Los acontecimientos posteriores son de sobra conocidos.

Veinte días después de salir del Congreso por puertas y ventanas, los 350 diputados escucharon cómo Oliart les garantizaba que los servicios de información no habían podido anticipar la insurrección porque los golpistas «antepusieron la seguridad a la eficacia». Hubo durante mucho tiempo «indicios de conspiración», pero nada concreto. «[Los sublevados] buscaron esa seguridad en la participación de muy pocas personas, hasta el mismo día del golpe», relató el ministro de Defensa.

Según Oliart, al no disponer de ninguna fuerza a su cargo, Tejero no estaba sometido a vigilancia, a pesar de que había sido condenado pocos años antes por el fallido complot de la Operación Galaxia. Los militares rebeldes tuvieron la «convicción gratuita» de que su asalto al Congreso provocaría una «reacción en cadena» en las Fuerzas Armadas, algo que, como es bien sabido, no ocurrió. El cabecilla de la trama le dijo al director de la Guardia Civil, general Aramburu Topete, que estaba «dispuesto a todo» y que antes de entregarse le mataba y luego se pegaba un tiro. Aramburu echó mano a su arma, pero su ayudante le retuvo porque vio cómo los guardias montaban las suyas.