La estabilidad del Ejecutivo central

El Gobierno supera sin despeinarse su debate presupuestario más difícil

MANUEL VILASERÓ / GEMMA ROBLES / Madrid

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El que podía haber sido el debate más difícil de la legislatura (o él último) para el Gobierno se convirtió en un inofensivo intercambio de golpes en el aire, algunos de ellos de escasa altura, entre la vicepresidenta de Economía, Elena Salgado, y la oposición, integrada está vez solo por el PP y los grupos catalanes. El Ejecutivo se presentó en el Congreso con la aprobación inicial de los presupuestos garantizada y el cómodo colchón de contar, por vez primera en lo que va de año, con voces a su favor ajenas al PSOE, las del PNV y Coalición Canaria (CC). El líder del PP, Mariano Rajoy, consecuente con su propósito de no desgastarse en vano mientras las encuestas le sean tan favorables, ni siquiera se empleó a fondo en atacar el acuerdo con los nacionalistas vascos y canarios.

Lo más crítico que dijo Rajoy del acuerdo del Gobierno con el PNV y CC es que está «rodeado de misterio» y de «sombras» y que exige conocer su contenido íntegro. Eso sí, a los dos grupos les afeó que se hayan prestado a aprobar unos presupuestos que «hundirán» más a España y alargarán «el otoño de la decadencia» del responsable de la crisis, José Luis Rodríguez Zapatero. Les preguntó a cambio de qué habían firmado y, en el caso de los canarios, les acusó de haber dado su apoyo aparentemente a cambio de «casi nada».

Ni rastro de ese argumentario lanzado por el resto de dirigentes de su partido y que acusa a Zapatero de «vender España a pedazos» con tal de seguir en el poder o de haber pactado en secreto con el PNV una estrategia en torno a ETA y Batasuna. El trabajo sucio queda para otros.

GRITOS Y JALEOS / El único momento en que las bancadas socialista y conservadora se animaron a jalear y gritar como en las grandes tardes parlamentarias fue cuando Salgado rescató los acuerdos de investidura del expresidente José María Aznar en 1996 con CiU y PNV. Tildó a Rajoy de «torpe» por haber criticado los acuerdos de Zapatero cuando el PP firmó entonces unos con muchas más cesiones. Los diputados socialistas, que habían seguido con frialdad el inicio del debate, casi se levantaron de sus escaños cuando Salgado sacó a colación las palabras del ex presidente del PNV Xabier Arzalluz, quien aseguró entonces que «en tres días» había «conseguido más de Aznar que en 14 años de gobierno de Felipe González».

Respuesta de Rajoy: «Los pactos de investidura fueron públicos y transparentes, al contrario que los suyos». El griterío aumentó, entonces, cuando Salgado usó un libro del senador del PNV Iñaki Anasagasti en el que relataba cómo Rajoy había ocultado en su día un acuerdo con el PNV para que Euskaltel fuera el segundo operador móvil en el País Vasco. «Usted estuvo en la reunión donde se pactó no contarlo», le espetó.

Aquí la respuesta de Rajoy consistió en decir que no con gestos desde el banco y a otra cosa. Eludir el combate es lo que se le da mejor. Al fin y al cabo, él no había criticado el contenido de los pactos. Lo están haciendo los suyos fuera del hemiciclo.

Cuando los dos contendientes entraron la materia presupuestaria no aportaron grandes novedades. El PSOE y el PP, pero también la mayoría del resto de grupos, son conscientes de que en la actual conyuntura el margen de maniobra del Gobierno para confeccionar las cuentas del 2011 era muy escaso.

Rajoy soltó la letanía a la que se ha aferrado en los últimos meses. «¿Cómo quiere que aprobemos estos? Nos trae más paro, más deuda, más impuestos, no reduce el gasto corriente, recortes sociales. Va contra todos, contra pensionistas, contra funcionarios, contra la clase media, desempleados, empresas pequeñas y medianas y trabajadores autónomos», lamentó.

En su respuesta, Salgado habló de unas cuentas cruciales para retomar «la senda de la recuperación y el empleo» y reprochó al líder conservador, una vez más que no haga propuestas. «No se moja y cuando lo hace, se ahoga», dijo en frase feliz.

El mejor apoyo a sus palabras llegó desde fuera del hemiciclo. PNV y CC justificaron su apoyo al Gobierno como un medio de garantizar «la estabilidad» en un «momento difícil». Sus portavoces no subieron a la tribuna. Era el turno de los grupos que presentaban enmiendas a la totalidad, pero con sus declaraciones ponían fin a la solitaria travesía del desierto que ha protagonizado Zapatero desde que anunció el plan de ajuste el pasado mayo. Hoy lo harán con sus discursos y los votos con que rechazarán las enmiendas.

El debate no tuvo vencedor claro. Salgado mejoró respecto a su debut del año pasado, cuando Rajoy la derrotó en toda regla, pero aunque se lo preparó a fondo recurriendo a la hemeroteca y a frases afortunadas («Mariano contra Rajoy», fue una de ellas al destacar algunas contradicciones del líder del PP), la falta de soltura en las réplicas la sitúan aún a unos pasos de distancia de su adversario de ayer.

ZAPATERO, EL GANADOR / El verdadero ganador, José Luis Rodríguez Zapatero, ni abrió la boca. El presidente contempló con placidez desde el banco azul cómo su principal adversario lidiaba con una segunda espada sin sentir en ningún momento la tentación de subir a la tribuna para hacerle frente como había hecho en un anterior debate presupuestario. Él ya había ganado el duelo los días anteriores al cerrar la negociación con los nacionalistas.