jornada sin incidentes en beni-enzar

La policía teme ser víctima de una red de provocadores en Melilla

Una larga caravana de vehículos aguardan su turno para entrar en Marruecos, ayer, en la frontera de Melilla.

Una larga caravana de vehículos aguardan su turno para entrar en Marruecos, ayer, en la frontera de Melilla.

MAYKA Navarro

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¿Qué dice hoy nuestro amigo? Lo pregunta una de las nueve agentes de policía recién ascendidas a la fama por aparecer en los ofensivos carteles colgados en la frontera hispano-marroquí de Melilla. Lo pregunta porque Said Chramti, uno de los activistas en permanente guardia en la tierra de nadie que separa ambos países, responde preguntas de los medios de comunicación.

–Dice que sois malas, las más crueles y racistas de la policía.

–Lo que nos faltaba por oír. Quieren provocarnos. Nos buscan para que saltemos, pero no lo lograrán.

Lo que afirma esa agente no es una respuesta sin más. Es la sospecha generalizada entre los policías del paso fronterizo melillense de Beni-Enzar. Están convencidos de que son víctimas de una malintencionada campaña en la que «provocadores profesionales» son enviados al puesto entre ambos países con el reto de poner a prueba su paciencia. Puede parecer, desde la distancia de la Península, un episodio menor, pero Beni-Enzar es desde hace semanas un barril de pólvora colocado sobre un brasero. Tan explosivo es, al parecer, que desde hace dos semanas el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, tiene prevista en su agenda una reunión con las autoridades marroquís el 23 de agosto.

TODO POR ESCRITO / Rubalcaba no visitará Melilla. Allí solo ha hecho llegar una orden. Quiere que cualquier incidente, por muy insignificante que parezca, sea pormenorizadamente anotado y comunicado. Si a algún ciudadano marroquí se le deniega la entrada en España, quiere saber por qué con todo detalle. El análisis minucioso de toda esa documentación puede, por ejemplo, corroborar la sospecha de losganchos, el temor a que unas mismas manos dirigen los movimientos de los marroquís que intentan cruzar la frontera con malos modos, en especial si les pide la documentación una mujer policía.

«Aquí estamos aguantando», explicaba ayer una de esas agentes. «Este trabajo es muy desagradable e incómodo. Nos provocan constantemente», asegura. Los motivos de alegría son pocos. El jueves por la noche fue una excepción. Un gaditano que entraba en Melilla desde Marruecos arrancó los ya famosos carteles colgados en la tierra de nadie. Dos de las policías le aplaudieron y jalearon. Al día siguiente, eso sí, habían sido colocados de nuevo, pero anoche, sin que se sepa por orden de quién, fueron retirados uno a uno.

La jornada de ayer, en comparación con las precedentes, fue tranquila pero no exenta de tensión. A media mañana sonó una alarma. Dos inmigrantes subsaharianos acababan de saltar la valla en las cercanías del Barrio Chino. Fueron localizados y detenidos poco después a las afueras de Melilla. ¿Fue la pericia propia lo único que permitió a los dos subsaharianos saltar la valla? De hecho, los pocos inmigrantes sin papeles que han conseguido entrar en Melilla desde hace semanas lo han hecho a nado. La valla, gracias a la colaboración de la policía marroquí, suele ser impenetrable, pero, como las relaciones hispano-marroquís parecen haber entrado en una suerte de juego del gato y el ratón, todo parece sospechoso.

EMPLEADAS DOMÉSTICAS / Lo peor de la crisis diplomática, sin embargo, puede haber pasado. Solo una de las organizaciones que han convocado las últimas protestas mantiene el calendario de movilizaciones anunciado para la próxima semana. El lunes, en teoría, se pretendía cerrar el paso a los camiones cargados con materiales para el sector de la construcción. El martes, cortar el paso a las empleadas domésticas. El miércoles debía ser de nuevo el turno de los alimentos frescos. Todo ello, sin embargo, solo es posible si la policía marroquí lo tolera, porque, a diferencia de la policía española, los agentes del país norteafricano sí que campan a sus anchas por la mal llamada tierra de nadie.