¡Ya era hora, maestro!

Uno no comparte la autoimportancia de Antonio López, que la sociedad aplaude

RAMÓN DE ESPAÑA

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Tras 20 años de labor callada, persistente y devota, Antonio López ha terminado su retrato de la familia real española. Si tarda un poco más, igual debe hacer entrega de la obra a Pablo Iglesias, presidente de la República, pero nadie se lo ha tenido en cuenta, ni siquiera -en apariencia- el rey que se la encargó, que no solo ya no es rey, sino que dudo que se reconozca en esa imagen de hace cuatro lustros en la que se le ve tan joven y pimpante. Y es que con el señor López no rigen las normas habituales en estos asuntos. Cuando el hombre acaba lo que se le pidió, aunque haya transcurrido media vida del retratado, hay que dar las gracias y, sobre todo, afirmar que el resultado es una obra maestra.

Puede que suene a sacrilegio, pero a mí me parece que tampoco hay tanta diferencia entre López y esos honestos artesanos que se ganaban la vida retratando al burgués de turno y a los que la historia del arte, con razón, no concede importancia alguna. Por lo menos, gente como Macarrón (que siempre te sacaba más alto) y Revello de Toro (que siempre te sacaba más guapo), entregaban sus obras en un plazo de tiempo razonable y te retrataban del natural, no de una foto como la que ha usado López para su magno retrato real. Puede que la principal diferencia radique en la autoimportancia de López, aplaudida por la sociedad entera y que uno no comparte. No discutiré su pericia técnica, pero... ¿yo para qué quiero un cuadro que parece una foto? Ya sé que el arte es, por definición, inútil, pero creo que aquí estamos ante otro tipo de inutilidad que López comparte con todo el hiperrealismo. Situados en el otro extremo de la abstracción, los hiperrealistas me resultan tan incomprensibles como los abstractos. Y creativamente hablando los entiendo aún menos. Tras el invento de la fotografía, ¿qué avance intelectual o moral podemos hallar en unos lienzos que se limitan a reproducir la realidad? Una realidad que en el caso de nuestra primera familia ha cambiado ostensiblemente a lo largo de los 20 años que el artista ha tardado en plasmarla.