La violencia amenaza ahora a Occidente

Se ha hablado y se ha escrito mucho (interesante el texto de Beatriz Mesa en estas páginas) sobre el terrible comando yihadista que mató a 21 personas en el asalto a un importante museo de Túnez. Entre las víctimas estaba un matrimonio de jubilados de Barcelona. De eso hace días y no sé si después de esta tragedia habrá habido otros terribles atentados. Esta columna no puede ser nunca de rigurosa actualidad, y por otro lado estos hechos parece que han de repetirse. Lo que quiero señalar es que nos encontramos ante una ola de asesinatos y destrucciones de monumentos, una ola que crece y que no es previsible que se detenga.

Son fanáticos, se dice. Joan Coromines explica que la palabra fanáticoproviene del latín fanaticus, que quiere decir servidor del templo, «inspirado, exaltado, frenético», y la palabra se aplicaba a unos sacerdotes que se entregaban a violentas manifestaciones religiosas. Como ocurre ahora, y ocurría en la antigua Roma, donde había iluminados por delirios místicos.

La diferencia, sin embargo, es importante. Hoy los fanáticos salen de su ámbito reducido y se extienden por territorios que no son los suyos. No nos debe engañar la palabra cruzada. Las cruzadas eran expediciones de cristianos contra musulmanes e infieles al Papado.La diferencia es que los yihadistas de hoy no van con banderas sino que se disimulan entre la gente. Es una guerra sin fronteras, por tanto es un adversario difícil de derrotar. Pero, además, hay un hecho que me resulta curioso. Aunque sea con otras armas y métodos, se repite a la inversa el mecanismo bélico que puso en marcha España y otros países. Salir de lo que ahora llamamos Occidente para llegar a Oriente. Dicho popularmente, se ha dado la vuelta a la tortilla. Ahora es Oriente -según nuestra visión- quien ha empezado a combatir a Occidente. Dos movimientos opuestos. Y me cuesta imaginar -haciendo historia ficción- la reconquista.