Dos miradas

Viejas deudas

«En el nombre de la Santísima Trinidad», así empieza el pacto que postró el Estado a la Iglesia y esta, a los pies de Franco

EMMA RIVEROLA

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Una imagen en blanco y negro. Hombres vestidos con ropas clericales y otros engalanados con chaquetas bordadas. El ministro Alberto Martín Artajo, en nombre del dictador Franco, y el cardenal Domenico Tardini, en nombre del papa Pío XII, firman unos documentos. El resto observa con mirada hambrienta. Es 1953, hace 14 años que ha acabado la guerra civil, faltan cinco para que se termine el Valle de los Caídos. El Concordato entre España y la Santa Sede certificará el fin del aislamiento internacional de la dictadura franquista. En 1950, la ONU ya había levantado su veto por la hermandad con Hitler. En 1951 se restablecían las relaciones con EEUU. «En el nombre de la Santísima Trinidad», así empieza el pacto que postró el Estado a la Iglesia y esta, a los pies de Franco. Privilegios y bienes para las sotanas y bendiciones para el régimen sangriento.

Aunque buena parte del Concordato fue modificada por los acuerdos de 1976 y 1979, que recogían los principios de libertad religiosa y aconfesionalidad del Estado, los fundamentos de su esencia siguen ahí, ya que no ha sido derogado ni sustituido. Exenciones fiscales, trato de favor sobre otras confesiones, insoportable injerencia de la jerarquía eclesiástica en la política y «el monopolio católico sobre la enseñanza religiosa en las instituciones públicas educativas». De ahí viene todo. De ese pasado en blanco y negro y de cruces que se alzan sobre los vencidos.