La vida más allá de la miseria

Leyendo las cartas al director que publica EL PERlÓDICO me he parado en una que me ha interesado especialmente. He dejado que pasaran unos días y me he acabado decidiendo a comentarla.

El señor Carlos de Buen dice que, por su avanzada edad, suele leer la sección de necrológicas que publica este diario. Yo también tengo ese hábito, eso de leer esta información de los difuntos. Y sospecho que mi edad (los 91 llaman a la puerta) es más avanzada que la suya.

El señor De Buen explica que le ha sorprendido la noticia del fallecimiento de un amigo, y eso me hace pensar que no es un viejo como yo. Porque la lista de amigos que ya no lo son es, en mi caso, lamentablemente larga. Y algunos de estos amigos murieron a los 50 años o los 60.

Prematuramente, se dice. Qué error, decirlo así, porque aquellos amigos míos –y ellas– estaban en plena madurez. Hablábamos de política, de libros, de viajes...

Dice De Buen que la lectura de la muerte de su lejano amigo le hace reflexionar sobre las miserias de la vida y de la muerte. Reflexionar suele estar bien, pero me permito insinuar que no es justo hablar de «miserias». La reflexión, precisamente, creo que nos aporta una comprensiva de la vida y la muerte.

Varios personajes de la historia ya han reflexionado sobre la cuestión, y he ido a buscar en un libro de Vicent Vega algunas frases sobre la muerte firmadas por personajes ilustres. «Morir es un acto de la vida y es importante saber hacerlo bien» (Marco Aurelio). «El ser humano no hace más que devolver lo que se le ha confiado» (una máxima de Epicteto).

Amigo De Buen, lector de este periódico y ciudadano, dice, de una avanzada edad. Realmente, podemos decir que los años avanzan. Pero no podemos decir que avancen al mismo paso. Me parece que usted y yo no tenemos demasiada prisa.