MIRADOR

Viaje a ninguna parte

JOAQUIM COLL

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Con gran ironía, José Antonio González Casanova, catedrático de derecho constitucional, sacaba a colación el proverbio chino «se empieza confundiendo las palabras y se acaba confundiendo a todo un pueblo» para referirse al equívoco creado con el llamado derecho a decidir. Este puede ser una reivindicación, pero en ningún caso es un derecho que se pueda invocar, afirmaba en la comisión de estudio que sobre esta materia reúne a expertos en el Parlament. Este malentendido, políticamente nada inocente por supuesto, nos ha conducido a un callejón sin salida. Y como la confusión es la antesala de lo cómico, llevamos semanas comprobando hasta qué punto la posición de los partidos que han suscrito el derecho a decidir es dispar en casi todo. Después de numerosas comisiones, pactos, informes y resoluciones, la pregunta tendría que estar clara y acordada. Pero resulta que no. Para no ahondar en las desavenencias entre CDC, UDC, ERC e ICV-EUiA, no sea que lo cómico acabe en espantoso ridículo, Artur Mas ha declarado este asunto «materia reservada». Para camuflar sus dificultades, los partidos soberanistas han decidido que primero se acuerde cuál es la vía para consultar, cuando en realidad debería ser el penúltimo escalón del proceso. Si la famosa consulta no es un derecho sino por ahora solo una confusa reivindicación, decidir unilateralmente que el camino es el del artículo 150.2, y exigirlo luego a Madrid, no conduce a ningún sitio más que a dar otro fogonazo.

Que el PSC se apee ya de este viaje es un gesto de sentido común, de racionalidad frente a tanta frivolidad y deseo de épica adolescente. Una decisión que los socialistas ratificarán este domingo de forma urgente ante el riesgo de alguna fractura interna. Parece que esta vez a la dirección y al grupo parlamentario no le van a temblar las piernas. Los que quieran coger el autobús hacia la Ítaca independentista tendrán que hacer obligatoriamente trasbordo. La determinación de Pere Navarro llega tras el éxito de la conferencia política del PSOE, donde la posición distinta del PSC ha sido respetada. Los socialistas catalanes han logrado de Alfredo Pérez Rubalcaba el giro federal que esperaban obtener cuando en Sevilla apoyaron en cuerpo y alma a Carme Chacón. Pero en adelante ya no puede haber más ruido que confunda al electorado socialista, y menos cuando solo sirve para alimentar la estrategia insurreccional de ERC.

A las puertas del 2014, se impone la clarificación. Además, el independentismo va empezar a cometer errores como consecuencia de las prisas que se ha autoimpuesto. Anteayer en Bruselas, Oriol Junqueras dejó caer que podría parar la economía catalana una semana.  Bravuconadas como esta abundarán. «A los que corren en un laberinto, su propia velocidad les confunde», decía Séneca.