MIRADOR

Vía crucis soberanista

JOAQUIM COLL

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Cuando seamos felices más allá del 2014, fijaremos la noche del fracaso electoral de Artur Mas como la primera de las estaciones que recorrió el soberanismo hasta su crucifixión política. No me refiero, por supuesto, a todo el movimiento soberanista, pues no es un bloque monolítico y su adaptación a las siguientes circunstancias está garantizada. Puede que pierda la actual hegemonía, pero su penetración social seguirá siendo amplia y difusa. Me refiero a la crucifixión de aquella estrategia política que, mediante eufemismos y equívocos, ha llevado a la sociedad catalana a una situación de enredo explosivo del que ahora en CiU no saben cómo salir. Y que, no queriendo sacar consecuencias del desastre del 25-N, optó por ir aún más lejos y hacer creíble por un tiempo la estrategia rupturista de ERC, prescindiendo completamente del principio de realidad. Todavía no sabemos si se trata de una forma de ganar tiempo hasta encontrar una fórmula de reconducción política que pueda justificarse de algún modo o de un camino deliberado hacia el calvario del president. Por eso muchos soberanistas llevan semanas desconcertados. Desde que empezó el baile con la música del diálogo con Madrid son cada vez más los que han tomado conciencia de haber iniciado un doloroso vía crucis.

Para empezar, porque la fórmula del pacto entre CiU y ERC, me votas los presupuestos a cambio de poner fecha a la consulta, no se sostiene. Ambos saben perfectamente que no habrá consulta en el 2014 ni tampoco antes. Y que se engaña a la gente cuando se da a entender lo contrario. No por falta de ganas, claro está, sino porque las leyes catalanas no permiten unilateralmente preguntar algo así. La vía exploratoria que propone Francisco Rubio Llorente y otros destacados juristas, la de un referendo consultivo para verificar la voluntad de independencia que conduzca a una reforma del artículo 2 de la Constitución, es rechazada radicalmente por Mariano Rajoy. Por tanto, el tambor que anuncia la celebración de una consulta, en realidad, está llamando a otra cosa: a una acción de rebeldía que desemboque en nuevas elecciones plebiscitarias. Pero este escenario produce auténtico pavor en CiU ante el descalabro que le pronostican las encuestas.

El temor también cunde en ERC ante la posibilidad creciente de que los convergentes se desdigan, y de que la flexibilización del déficit que Mas y Rajoy acordaron este lunes, en una reunión discreta, abra nuevos escenarios que alejen las prisas y tiren la consulta en el cajón de los deseos aplazados. El problema para los republicanos es que no pueden desmarcarse del pacto con CiU antes de tiempo o corren el riesgo de ser acusados de irresponsables. Habrá tiempo de contarlo, pues a este vía crucis le faltan muchos pasos.