EL ANFITEATRO

Ventanas discretas e indiscretas

'El pati blau', de Rusiñol, domina la exposición pictórica sobre patios, atrios, corrales y claustros en el Museo de los Agustinos de Toulouse

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ROSA MASSAGUÉ

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Un patio es un lugar donde ocurren cosas. Grandes o pequeñas. En uno de ellos, en uno palaciego, Ulises es reconocido por su nodriza a la vuelta de Troya, como pintó William Adolphe Bouguereau en 1894, con una estética que parece sacada de un película de romanos. En otro, una mujer se resguarda de un sol inmisericorde en un pequeño ángulo de sombra y descansa de las tareas caseras, como en 'Patio de una casa marroquí' (1860), de Edme Alfred Alexis Dehodencq. Y en otra escena también doméstica, una mujer se asoma, con la cesta de la colada apoyada en la cadera, a un patio azul, sí, 'El pati blau' (1891), de Santiago Rusiñol, que se conserva en el Museo de Montserrat.  

Es este cuadro del pintor catalán el que anuncia desde banderolas y carteles la exposición 'Fenêtres sur cours' (Ventanas sobre patios) en el Museo de los Agustinos de Toulouse que es el museo de bellas artes de la ciudad. Se trata de una exposición muy curiosa. Recoge una selección de obras pictóricas desde el siglo XVI al XX  que no se detiene en los géneros tradicionales ni se pone las fronteras de los movimientos artísticos, los orígenes nacionales o las épocas. Lo que muestra son espacios exteriores, pero delimitados. Pueden ser el atrio de la antigüedad, el patio mediterráneo, el claustro conventual, el corral rural, el patio urbano o el palaciego. Lo muestra con todo cuanto en ellos ocurre.

Dividida en siete secciones, la primera recoge temas que van desde representaciones grandilocuentes de episodios de la Grecia y la Roma clásicas que se desarrollan en atrios, a escenas mucho más modestas que tienen lugar en los recogidos rincones que son herederos de aquel espacio clásico. Así, el orientalismo del patio árabe y la sencillez del mediterráneo se convierten en escenario de un universo femenino como es el 'Pati blau' citado, pero no es el único. Esta sección también acoge la versión del mismo patio que Rusiñol pintó en 1913, cedido para la ocasión por el Museu d'Art Nacional de Catalunya.

La segunda sección está dedicada al claustro. El museo se encuentra en un antiguo convento construido alrededor de un claustro gótico y otro más pequeño, renacentista, y para visitar la exposición hay que cruzar el mayor. Varias son las pinturas de este lugar, pero también de otros patios monacales y aquí volvemos a encontrar un Rusiñol, su 'Claustre de Sant Benet de Bages' (1907), junto a obras que reflejan el misticismo de monjes y monjas; otras muestran la serena belleza del lugar. Y también hay cabida al surrealismo como en 'El paracaídas' (1936), una obra de Gianfilippo Usellini en la que un paracaidista cae en el patio de un convento de monjas haciendo que las religiosas huyan despavoridas.

Los patios campestres son otro tema desarrollado. Reflejan escenas bucólicas como las que se empezaron a pintar en los Países Bajos durante el Renacimiento en contraposición a la vida urbana, o las más realistas en las que se reflejan cuanto ocurre en los corrales. Obras de Corot, Decamps, Boudin y Bonnard ilustran esta sección.

El título de la exposición queda plenamente justificado en el apartado dedicado al patio como lugar donde transcurre la vida, concretamente, en el óleo de Pierre Duval Le Camus (1780-1854) 'Los cotilleos en casa de la portera'. El cuadro está pintado desde el interior de una conserjería, pero lo que cuenta es el carácter de observatorio que tiene el lugar de cuanto se ve a través de las vidrieras. En esta sección el patio es un lugar social, un lugar de encuentro ya sea de un cuartel militar o de un hospital, o también un espacio para el juego. Aquí conviven pintores nórdicos del siglo XVII con el post-impresionista Édouard Vuillard.

Patios pomposos son los que se empezaron a pintar en los Países Bajos a finales del siglo XVI. Entonces se iniciaba el género de la pintura de arquitectura continuada después en Italia con las invenciones arquitectónicas que tienen más de decorado teatral que de otra cosa, y, al final el siglo XIX, con las imágenes que podríamos considerar turísticas. Varios artistas, entre ellos Benjamin Constant, repiten, por ejemplo, los patios de la Alhambra.  

No podían faltar los patios urbanos, fruto de desarrollo de las ciudades en el siglo XIX. Así aparece una Roma en la que reina la confusión de la urbe o los patios traseros de los bazares orientales. Y también un París triste y duro como el que refleja otra obra de Rusiñol, 'El Monte de piedad' (1889), una escena dominada por el abandono y la pobreza bajo un cielo gris. O el patio poético y onírico de 'Le Nuvole' (1937), de Usellini, donde un colchonero bate la lana bajo un cielo poblado de nubes blancas.

La última etapa de este recorrido por patios, atrios, corrales y claustros está dedicada a estos espacios como lugares para la escenificación de la historia. Así vemos la llegada de Cristina de Suecia a Fointeneblau, obra de Pierre Justin Ouvrié, u obras de carácter social como es el óleo de Tony Robert-Fleury 'El doctor Pinel liberando a las alienadas en la Salpêtrière en 1795' (1876), o la imagen estremecedora de 'La llegada y el interrogatorio de los galeotes en la prisión de Génova', de Alessandro Magnasco, considerado como un antecesor del Goya de las 'Pinturas negras'.

Son miradas de los artistas desde una ventanas imaginarias, discretas o indiscretas, hacia unos espacios donde hay vida.

La exposición se puede visitar hasta el 17 de abril.