Ven Mariano, ¡lo pasarás pipa!
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Seguro que Rajoy se habrá preguntado: «¡Diablos! ¿Por qué he tardado tanto en venir a 'El hormiguero'?». Efectivamente. Después del trato que le ha dispensado Pablo Motos, es para repetir todos los días. Todos sabemos lo que es este programa. Una idea brillante, muy atractiva para un público infantil, llena de espuma y jueguecitos que se aplican a cualquier criatura famosa que venga a promocionar, a vender, a impulsar alguna cosita. Es una plataforma ideal para la propaganda, porque va envuelta de un entretenimiento suave, ingenuo, hasta naïf. Es una variante del branded content, ese invento colosal que consiste en atraer al público consumidor hacia cualquier producto, usando la vía del pastiempo y del show televisivo. Asistir a una sesión de El hormiguero es como cuando de pequeñitos abríamos la caja de los Juegos Reunidos Geyper. Los niños disfrutábamos mucho. El error en el que ha incurrido Pablo Motos con Mariano Rajoy es que ha entrado en juegos de mayores en lugar de mantenerse en el juego de los niños. Lo de caminar por la cinta estática, las bromitas, estas cositas así, inocentes y con más burbujas que un sifón, era adecuadísimo. Y si, además, hubiera conseguido hacerle bailar un poquito, habría sido la felicidad absoluta. El problema de Motos es que se puso a hablarle de la actualidad política, sacando el caso de las mezquinas conversaciones entre Jorge Fernández Díaz y Daniel de Alfonso. Y, claro, tocaron el tema haciendo trampas, desviando la atención, desplazando el foco, e intentando hacernos creer que lo grave, lo gravísimo del asunto, es que alguien grabe; lo que decían y lo que tramaban el Ministro del Interior y el Director de la Oficina Antifraude carece de importancia alguna. «¿Cómo es posible que alguien grabe la conversación del ministro?», decía Rajoy, alarmado. Y Motos más alarmado todavía, añadía: «¡Es una traición desde dentro!». ¡Ahh! Qué papelón, Pablito, qué papelón el tuyo.
Todo esto daba la sensación de estar pactado. Pactaron tocar el vidrioso tema un poquito, naturalmente falseándolo y desviando el foco de atención, y luego mucha cinta de caminar y mucha espuma. ¡Ahh! Con razón al final Rajoy dijo: «Me lo he pasado muy bien. ¡Estoy dispuesto a volver!». Hombre, tú dirás. Se lo pasó pipa. Le hicieron un trabajito, a 72 horas de las elecciones, que no lo superan ni Javier Moragas ni Pedro Arriola juntos, que son los cheerleaders de la campaña de las mentiras.
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