La evolución de una gran ciudad

El urbanismo barcelonés

A excepción del Eixample, Barcelona no ha estado ejemplar en su crecimiento a partir del siglo XIX

JOSEP OLIVA CASAS

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Aplico las ideas sobre la evolución de la ciudad mediterránea a las que me refería en mi artículo publicado en este diario (29 de agosto) al caso del Área Metropolitana de Barcelona. En las grandes ciudades no tiene sentido planificar la ciudad grande y no implicar al resto. Se requiere enfocar globalmente el área entera. Las vicisitudes de diferente signo se van produciendo a lo largo del tiempo, unas de tipo negativo que dificultan la marcha atrás y otras de carácter positivo. En las primeras, topamos con la gran inercia que padecen las ciudades que hace difícil corregir errores, pero hay que intentar atenuarlos. 

Parto de la base de que el buen urbanismo consiste en seguir el espíritu de la ciudad mediterránea pero adaptado a las exigencias de la sostenibilidad que, curiosamente, son de fácil aplicación. La ciudad histórica, a causa del salto de escala en su dimensión –que se produjo hacia el siglo XIX–, necesitaba implantar una red de parques urbanos ya que el campo no estaba fácilmente al alcance de los ciudadanos como lo era cuando tenía una dimensión discreta. En el caso del EixampleIldefons Cerdà ya previó destinar a parques los interiores de manzana, pero se edificaron. Posteriormente, la ciudad ha ido creciendo y, a la vez, arrastrando un déficit generalizado de parques («faltan árboles») que habría que corregir hasta donde sea posible. No fue un acierto construir en la zona de las colinas ni en la vertiente de Collserola.

'MODELO EEUU'

Ya en pleno siglo XX, Barcelona y su entorno se dejaron llevar por ideas que se apartan de los valores urbanos del modelo mediterráneo y que provienen de EEUU. Me refiero a la construcción de guetos de alto nivel que acumulan usos únicos,  los cuales ignoran el espacio público que es el lugar accesible a todos y donde  confluye gente de toda clase que acude por motivos diversos creando vida urbana  y generando complejidad y seguridad.

El mal ejemplo lo proporcionan los 'malls' norteamericanos o grandes centros comerciales que crean un ambiente propio dedicado a la función de atraer compradores pero desertizan el espacio público. Algunos ejemplos de ello empezaron aquí con La Roca Village siguiendo por otros  parecidos y acabando con el reciente 'outlet de Viladecans. Los hay de otro tipo, como la Ciudad Judicial. Otra novedad moderna es la excesiva proliferación de edificios altos y aislados como la plaza (?) de Europa y la zona Fòrum, entre otros, que no ayudan a hacer ciudad. Y es que, a veces, la arquitectura se exhibe en detrimento de los valores urbanos.

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Otra cuestión es que se han de aplicar las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC ) pero teniendo presente que la smart city es una magnífica herramienta pero no es  un nuevo modelo urbano.

EL TRÁFICO RODADO

La gran invasión del espacio público por parte de la movilidad motorizada y privada ha deteriorado mucho el ambiente urbano en el doble sentido de contaminación y ruido y sobre todo de ocupación (en circulación y también estacionados) que hay que reducir mucho («sobran coches»). Se trata de reconquistar calles y plazas para el peatón.

Bien, solucionar este importante problema es complejo porque hay que actuar en diversos campos: a) mejorar y ampliar la red de transporte público; b) concienciar a los ciudadanos de no utilizar el vehículo privado en la ciudad; c) construir garajes privados bajo las calles que lo permitan; d) prohibir el aparcamiento y el paso de vehículos privados en algunos ámbitos urbanos; e) no construir intervenciones urbanas basadas en la atracción de los coches. Y tal vez me quedo corto. El proceso es largo y hay que afrontarlo de manera conjunta en todas direcciones, de manera que la 'supermanzana' del Poblenou, muy loable, puede ser precipitada.

EL ERROR DE LAS GLÒRIES

Acabo hablando de un gravísimo error y de una propuesta. Primero, insisto en el tema Glòries. Situar un gran parque en un punto tan singular y que es un espacio de centralidad es un disparate de gran magnitud y se pondrá de relieve cuando se constate que interrumpe brutalmente la continuidad de las avenidas y supone una frontera urbana. Una plaza sería un foco urbano y la digna culminación del Eixample. Segundo, valdría la pena realizar un preestudio para comprobar la viabilidad de diseñar una gran fachada marítima entre Port Olímpic y Fòrum. Hay que aprovechar la magnífica geografía de la ciudad para crear un eje urbano de éxito asegurado y que se erigiría en un icono.

En algunos aspectos, pues, Barcelona no ha estado ejemplar en su crecimiento a partir del siglo XIX y, como mínimo, se vislumbra el desastre de Glòries. Básicamente, el gran acierto fue el Eixample.