Una red ferroviaria ruin

Aunque todo indica que el desencadenante de la colisión por embestida, ayer en la estación barcelonesa del Clot, de un tren de Rodalies y un talgo fue un error humano del conductor del primero de los convoyes, el siniestro aviva inevitablemente la sensación más que justificada de los usuarios de Renfe de que la red ferroviaria no solo está muy lejos de la excelencia sino que lleva ya unos cuantos años en la pendiente de la degradación.

Los cuatro descarrilamientos registrados en poco más de dos meses en Catalunya -afortunadamente, sin grandes daños personales- son una prueba poco refutable de que las infraestructuras no están a la altura, por más que Renfe insista en que no ha habido un nexo común entre los siniestros y los atribuya poco menos que a la fatalidad. No es preciso ser técnico en la materia para advertir severos déficits y obsolescencias en la red de Rodalies, y si hace falta un dato, baste con este: Fomento apenas ha invertido 300 de los 4.000 millones de euros prometidos para mejorar la malla ferroviaria catalana.

Renfe, la explotadora del servicio, no es la principal responsable de este estado de cosas, pero debe garantizar en la misma medida que Adif lo más elemental, que es la seguridad de los pasajeros, alrededor de 100 millones al año en Catalunya. El transporte público es la base de los desplazamientos en las grandes conurbaciones, y que no cumpla con los mínimos exigibles es, aun con los rigores presupuestarios a que obliga la crisis, impropio de una sociedad moderna.