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Una, grande y libre

RISTO MEJIDE

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Te voy a ser franco. No deja de ser irónico que una de las expresiones más utilizadas en España a la hora de anticipar algún tipo de confesión cargada de honestidad incluya en nuestro caso el apellido de un dictador que, como todos los dictadores, lo primero que hizo fue abolir cualquier verdad que no fuera la suya.

Toda dictadura es un error elevado a la categoría de estado. Y como tal, incluye todo tipo de errores grandes y pequeños, desde la vergonzosa supresión de libertades y derechos fundamentales, hasta la adopción de utopías erróneas normalmente materializadas en eslóganes de lo más absurdos -y digo adopción porque son siempre ideas preexistentes, alguien tan ocupado en destruir personas y cosas es imposible que sea el creador de nada útil-.

Tomemos como ejemplo «una, grande y libre», un eslogan que ya había aparecido en algún medio escrito a principios de los años 30 y que lamentablemente acabó acompañando a nuestros padres y abuelos durante demasiados años. Pues mire usted, ni una, ni grande, ni libre. Y menos aún con usted al mando. Y después, tampoco se crea. Si alguien aún está convencido de lo contrario, que se dé hoy una vuelta por el Parlament catalán, por el Sáhara occidental y por los pasillos de Bruselas.

Sin embargo, yo creo que el Caudillo y sus secuaces no entendieron bien el eslogan. Lo adaptaron mal. O no se pararon a pensarlo mucho, estarían muy ocupados inaugurando pantanos, no sé. El caso es que una, grande y libre sirve como guía para todo, menos para una patria. Eso sí, es tremendamente práctico para cualquier otra cosa. A mí al menos me sirve como sistema de toma de decisiones.

Si buscas pareja, búscate una que sea una, grande y libre. Empiezo por el final. Que esté libre parecerá evidente, pero es que lo es porque está demostrado que te ahorrará muchos problemas. Lo cual no significa que en el momento de conoceros ella no tenga pareja. Yo creo que queda clara la distinción. También es importante que sea una. Lo de buscarte dos -o más- será muy bonito para algunas fantasías sexuales, pero tiene que ser un lío. La prueba es que los polígamos no son mucho más felices que los monógamos. Y si lo son, no me da la gana de pensarlo. Y por último, que sea grande. Grande en el sentido más amplio de la palabra. Grande en cuanto a vasta, a disponer siempre de inmensas llanuras de terreno por conquistar.

Si funciona para las parejas, funciona para todo lo demás. Tú quieres hacer un viaje, mejor que sea uno, grande y libre. Al menos así lo he vivido yo siempre. Desde que tengo cuenta corriente, siempre he preferido esperarme a tener dinero para hacer EL viaje que gastarme el mismo importe en decenas de pequeños viajes. Ya, ya sé que eso al final es muy personal. Pero en lo que sí que espero que estemos de acuerdo es en lo de libre. Que sea un viaje grande o pequeño, pero que puedas tomar decisiones sobre la marcha lo convierte ya no en un viaje, sino en una metáfora de vida concentrada en unos días. Y eso no se puede pagar con dinero.

E igual que sirve para un viaje, cualquier decisión de compra también será más sencilla gracias al eslogan franquista. Si no sabes qué libro leer, que sea uno, grande y libre. Si no sabes qué película ir a ver, que sea una, grande y libre. Si no sabes qué plato cocinarte, que sea uno, grande y libre. Si no sabes qué coche comprar, que sea uno, grande y libre. Si no sabes qué móvil te conviene, que sea uno, grande y libre.

Y si quieres estar bien informado, la excepción que confirma la regla, aparte de suscribirte a columnas como ésta -si no lo digo yo quién lo va a decir-, mejor que bebas de muchas y variadas fuentes, porque nadie, absolutamente nadie que asegure ser totalmente libre, estará diciendo toda la verdad