Editorial

Una estrategia fallida contra la prostitución

El plan policial para retirar el comercio sexual de la N-2 ha fracasado y los Mossos se centran ahora en los proxenetas

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La prostitución de carretera es un fenómeno endémico en muchas partes de España, y en Catalunya se visibiliza de forma muy notable en la N-2 a su paso por la provincia de Girona. Aun siendo consciente de que el problema tiene vertientes muy diversas y que no admite soluciones milagrosas de un día para otro, la Generalitat puso en marcha en el 2012 un singular plan que quería disuadir tanto a las prostitutas como a los clientes: aduciendo que la llamativa presencia de profesionales del sexo en los arcenes suponía un peligro para los conductores, se empezó a multar a unas y otros al amparo de la ley catalana de carreteras. Hubo entonces el temor de que la Administración central, que es la que tiene competencias sobre la N-2, pusiera trabas a la estrategia catalana, pero el tiempo demostró que no solo no fue así, sino que la norma estatal conocida como ley mordaza incorporó posteriormente la idea central del plan del Govern, de tal manera que hoy se puede multar, sin necesidad de recurrir a subterfugios legales, a quienes ofrecen o solicitan servicios sexuales en las carreteras catalanas y españolas.

Sin embargo, el balance de estos cuatro años de lucha contra la prostitución de arcén es francamente negativo, porque las meretrices y los que recurren a ellas encontraron pronto la forma de esquivar el control policial, y además la inmensa mayoría de las multas impuestas no han sido pagadas. No es extraño, pues, que los Mossos hayan desistido de persistir en esta estrategia y prioricen ahora la lucha contra los  proxenetas que controlan a las prostitutas. El efecto que ha tenido esta rectificación estratégica ha sido el retorno de muchas profesionales del sexo a los márgenes de la N-2, lo que estéticamente retrotrae a la situación del 2012.

La indefinición legal en que se encuentra el ejercicio de la prostitución en España, y sobre todo el hecho incuestionable de que si hay quien vende su cuerpo es porque hay quien quiere comprarlo, dificultan enormemente la reducción del comercio sexual, un negocio que mueve cantidades astronómicas de dinero. Visto el fracaso de la experiencia de la N-2, parece razonable la vuelta al elemento central: combatir a las mafias que esclavizan a mujeres que se ven abocadas por necesidad a prostituirse. Debe hacerse en serio, sin contemplaciones, por la dignidad de esas mujeres.