La clave

Una Diada de muchos

ENRIC HERNÀNDEZ

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Tras las grandes demostraciones de los tres últimos años, el independentismo vuelve a exhibir músculo en esta Diada con la Via Lliure de la Meridiana, que sus convocantes presentan como la última manifestación reivindicativa de la Catalunya autonómica. El escenario escogido, uno de los barrios de Barcelona más damnificados por la crisis y los recortes sociales, pretende llevar la buena nueva de la separación de España allí donde menos predicamento encuentra. Que llenar de estelades la Meridiana sirva para seducir a las víctimas de los desahucios es harina de otro costal.

Pocas dudas cabe albergar acerca del éxito de la convocatoria, dada la contrastada capacidad de movilización de los organizadores y su empeño en rebajar el listón del número de participantes respecto a anteriores citas, enfriando así las expectativas. Más recelos suscita la patrimonialización electoralista del Onze de Setembre, cuyo acto central podrá ser este año el de muchos catalanes, pero no el de todos.

Si en ocasiones anteriores las manifestaciones de la Diada expresaban la reivindicación cívica y democrática de una consulta, lo que les permitía acoger a soberanistas más partidarios de votar que de la independencia en sí misma, esta vez la Via Lliure se ha convertido en el primer acto de campaña de Junts Pel Sí, toda vez que las entidades que la organizan, legítimamente, se han enrolado en la variopinta candidatura pergeñada por Convergència y Esquerra. Así lo ha entendido la Junta Electoral Central al exigir a TV-3 que, a cambio de retransmitir en directo toda la manifestación, compense a los restantes partidos con igual tiempo de emisión y en idéntica franja horaria.

¿Nacional e inclusiva?

Cabe recordar que la coincidencia del inicio de la campaña con la Diada no es fruto del azar; obedece, como explicó Artur Mas, a un plan premeditado para dar lustre a la pátina plebiscitaria que el president (y aspirante a la reelección) quiere otorgar a estos comicios. Hábil ardid electoralista no por ello menos objetable, pues monopoliza en nombre del independentismo una fiesta que, para ser en verdad nacional, debería ser inclusiva.