La clave

Un yanqui en la corte del rey Arturo

BERNAT GASULLA

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Sirva esta humilde alusión aMark Twainpara intentar ilustrar las sensaciones que en muchos ha generado el --seamos amables-- bochornoso culebrón del indulto, excarcelación, desaparición y arresto del pederastaDaniel Galván Viña. Como le ocurrió a Hank Morgan, que retrocedió en el tiempo para ser testigo de las hazañas del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, los ciudadanos hemos dado con esta vergonzosa historia un salto hacia la edad media.

Falta aún mucha información sobre este caso. La personalidad y currículo deGalván, condenado a 30 años de prisión en Marruecos por abusar de 11 menores, es solo uno de los misterios. Dicen que nació en Irak hace 64 años, que fue soldado del Ejército de ese país, que obtuvo la nacionalidad española y que formaba parte del CNI, la agencia de información española. Esa supuesta etapa como espía es una de las claves para acabar de esclarecer si el Gobierno español, a través de la amistad entre los monarcas español y marroquí, terció para obtener el indulto deGalván.

El indulto, obsoleto

Lo que siguió a la excarcelación del pederasta es una sucesión de versiones, la última más impresentable que la anterior. Una cadena de negligencias, traspapelamiento de listas, ocultación de información y disimulos que sonrojan al más pintado. El error, la negligencia e incluso la prevaricación forman parte del pan nuestro de cada día. Lo que no debería serlo es precisamente la figura que ha dado pie a todo este desaguisado, y que es precisamente la que nos da la sensación de que hemos retrocedido al medioevo.

Y esta figura es la del indulto, esa medida de gracia que, por muy bien argumentada que esté --muy pocas veces lo está--, depende de la voluntad de un rey que recibe la petición de un Gobierno. Un monarca que, en el caso de Marruecos, está investido de carácter casi divino. Esa gracia de Dios, ¿recuerdan? En España, con un sistema basado en la presunción de inocencia y las garantías procesales en la justicia, deberíamos renunciar a un método medieval y optar por modalidades más racionales y dignas del siglo XXI para reparar resoluciones judiciales injustas.