Un balance muy positivo

JOAN TAPIA

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Dos simples apuntes de urgencia. Uno, cuando Juan Carlos juró como sucesor en la jefatura del Estado en las Cortes franquistas en 1969 nadie --o muy pocos-- podían imaginar que el Principe presentado como la continuidad del Régimen iba a ser el motor del cambio. Pero pronto se vio que había gestos que indicaban que algo así podía pasar. Creo que fue en su primer viaje a Catalunya cuando sorprendió con una visita a Josep Pla. La tímida señal estaba lanzada.

Luego, tras la muerte de Franco, el nombramiento de Adolfo Suárez fue clave para desmontar el franquismo desde la legalidad franquista y abrir el camino --a través del referéndum de 1976-- a un nuevo régimen. Las Cortes franquistas haciéndose el harakiri es uno de los gestos políticos mas soprendentes de la historia contemporánea europea. Gorbachov no hubiera podido liquidar el comunismo si antes no hubiera sido secretario general del PCUS. Algo así paso con Juan Carlos, que hizo posible un cambio de régimen sin ruptura de la legalidad y sin traumas.

Luego hay que destacar que desde 1977, y con la afortunada excepción de la noche del 23 de febrero de 1981 en la que paró el golpe militar, Juan Carlos se ha sabido ceñir a sus obligaciones constitucionales. Nada que ver con el intervencionismo de otros monarcas como su cuñado Constantino de Grecia o su abuelo Alfonso XIII, que no contribuyeron a la evolución positiva de sus pueblos. Juan Carlos I ha sabido ser un rey constitucional.

España ha cambiado mucho en estos 39 años de reinado. No todo, ni mucho menos, se debe a él, pero ha tenido una influencia positiva y decisiva en varios momentos. Su reinado inclina a creer que, algunas veces --incluido el momento de la abdicación-- los reyes saben oler. Ha habido pecados, sin duda alguna, pero que en 39 años lo mas destacable en la crítica haya sido una cacería de elefantes indica que el balance es muy positivo. Es verdad que la monarquía ha perdido prestigio, pero la última encuesta del CIS le da una nota del 3,72, bastante superior a la del Parlamento, los sindicatos y la clase política.