`Exconsellers¿ en prisión

El ulular de las sirenas

Cada vez son más los que sienten la necesidad, incluso la urgencia, de abandonar una España de la que solo oyen insultos

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EMMA RIVEROLA

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Carles Francino interrumpió su programa para transmitir en directo el momento en que Junqueras, Turull, Romeva, Borràs, Forn, Rull, Mundó, Bassa Vila salían de la Audiencia Nacional camino de prisión. El ulular de las sirenas de los furgones de policía inundó el silencio. Un ulular estridente, penetrante, con alma de invasor. Un ulular con hambre. Gritos y más gritos.

El grito impositor de un PP que nunca quiso escuchar nada más que su propia voz. Más bien, sus propias voces. Debatiéndose entre las que se contentan con el desprecio y las que incitan el «a por ellos». Y así estamos, entre un 155 pactado con el PSOE lo más corto posible y el brazo ejecutor de la fiscalía. La letal combinación que despoja de prendas a los socialistas, acusados de traición por pactar con quien busca la rendición del independentismo, y más líneas para el relato del procés.

Siempre se imponen los gritos

«¡Marxem!», gritan muchos, miles, millones… Ya no importan el sonrojo de un Puigdemont jugando al exilio ni las trampas en el Parlament, ni siquiera la constancia de que nada estaba preparado, que todo era un galopar desbocado, cada uno esperando que fuera el otro quien lo frenara. Nada de eso importa ya, tampoco el error de la DUI. Ya no hay razones. Cada vez son más los que sienten la necesidad, incluso la urgencia, de abandonar una España de la que solo oyen insultos. Siempre se imponen los gritos.

Indiferente. Equidistante. Traidor. Facha… ¡Fascista! Qué presto es el aullido. Qué fácil, qué desleal, qué perverso es insultar a quien justo representa lo contrario de la afrenta. Quizá creen que la amenaza se tornará convencimiento. Que la presión sumará más voces al clamor independentista. Quizá sí. O, quizá, lo único que provocarán es un lamento más hondo, con miles de palabras atragantadas. Silenciados apátridas de los suyos, de todos los suyos, sin apenas tierra a la que asirse.

¿Se situaron o no fuera de la ley? ¿Son o no son presos políticos? ¿Es venganza o estrategia? Ya poco importa. Todos los matices se acallan ante el ulular de las sirenas. El sonido del adiós.