Dos miradas

Trincheras

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Mientras leo en Facebook el grito de alerta de Xavier Gual, profesor de secundaria en el Vallès, me entero del homicidio en el instituto de Sant Andreu: «¿Qué haces cuando un alumno te amenaza de muerte? Por cierto, el lunes lo volveré a tener en clase». La coincidencia es trágica y desoladora. Gual se quejaba, el fin de semana, de un peligro latente pero cierto, comprobable y posible, no del atrevimiento inconsciente de un mil hombres sino de una situación que genera, como mínimo, inseguridad. Física y mental. «Provoca que te quieras replantear el oficio», decía Gual.

Desgraciadamente, una de tantas amenazas se ha convertido en realidad con el ataque del joven y la ballesta. Amigos profesores me hablan de «consternación», que es lo mínimo que se puede sentir ante una noticia tan escalofriante. Es lo peor que puede pasar, pero también es verdad que cada día están expuestos a muchos otros tipos de violencia. La que se genera entre los alumnos y con el entorno, enfermos o castigados por la crisis, y con los padres y las situaciones personales al borde del abismo. No es nada fácil ser profesor, pero están allí, al pie del cañón. Organizan actos literarios por Sant Jordi y se emocionan porque una chica sin futuro aparente ha escrito un relato que hiela el corazón. Recibirá un humilde diploma de reconocimiento que, para ella, será una joya preciada. Y el profesor, en las trincheras, lo vivirá como una victoria contra los cantos de deserción y contra la inercia de lo inevitable.