Peccata minuta

Tres apellidos catalanes

JOAN OLLÉ

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Posiblemente la pasión de Jordi Pujol padre por las altas cumbres provenga de su apellido ('Pujol': elevación del terreno, más o menos empinado, formando una cumbre, que sobresale del terreno circundante). Cuenta la leyenda que en el lejano 1940 y con apenas 10 años, el niño Jordi subió al Tagamanent de la mano de su tío, y, al observar desde lo alto la dejadez de las masías ('Mas') del entorno, tuvo una revelación: consagrar sus días a la reconstrucción del país. Coronó de manera exitosa muchas cúspides. El 23 de agosto de 1999, ya con 69 años en su mochila, comunicó al mundo desde lo más alto del Aneto -para demostrar que estaba en plena forma- la disolución del Parlament y convocatoria de nuevas elecciones, las postreras para él. El consumado alpinista nunca dejó de alentar a sus jóvenes leones a ir 'més lluny, sempre molt més lluny', hasta vencer la cima del Mont Blanc, reservándose para él el asfalto andorrano.

En cambio, Mas, el delfín (sustantivo que otorga condición piscícola), determinado por las muchísímas millas que el bisabuelo Artur Mas i Reig navegó como capitán del velero 'La Sebastiana', optó por los abiertos caminos de la mar. Probablemente esta sea la razón por la que el bisnieto lleva años castigándonos los tímpanos con metáforas acuáticas en las que se alternan timones, brújulas, sextantes, astrolabios, velas y vientos a favor y en contra, cartas de navegación, escollos e imposibles atraques en el puerto de Ítaca. Pero en sus últimos compases, ya casi cumplido el naugrafio, el marinero en tierra sentenció que no se puede subir al Everest con alpargatas, cosa que los expertos Blanch, Cadiach, Sors Vallès, entre otros, sabían perfectamente.

No vamos a menos

Desde el pasado domingo y gracias a la CUP (recipiente en el que se pisa la uva y donde el mosto convergente se transforma en vino antisistema) disponemos de nuevo timonel, jefe de expedición o 'cap de colla', Carles Puigdemont i Casamajó, cuyos apellidos mantienen una reveladora relación con los de sus antecesores. Su primer patronímico, Puigdemont, (montaña de montaña) supera con creces a la tímida colina 'pujoliana', cumpliéndose así el deseo del germanófilo patriarca de que las nuevas generaciones hayan conseguido ir más lejos. Tampoco Casamajó, regia expresión doméstica, no tiene gran cosa que envidiar al agrícola Mas (casa de campo rodeada de terrenos de pasto y labranza). En este sentido, Puigdi -«Mas de lo mismo», Arrimadas dixit- tampoco va a menos. Y, encima, nos ha prometido, mirándonos a los ojos desde los ojos que emergen de su flequillo, que va a dejarse la piel en su empeño de trepar hasta el infinito y más allá. La raza mejora.