Análisis

Transparencia y austeridad

EMMA RIVEROLA

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La política no es sinónimo de corrupción, ni todos los políticos son unos ladrones. Pero España se está pudriendo y la gangrena no se detiene con paños calientes. Examinar los partidos, endurecer las leyes y promover el diálogo pueden ser algunas de las curas.

Ni contabilidades b, ni sedes embargadas. Los partidos no pueden ser los despachos del contubernio político y financiero. No hay independencia si se tienen cuentas pendientes con los bancos o se negocia la próxima puerta giratoria. Es imprescindible una regeneración ética a partir de la transparencia y la austeridad en la financiación, la prohibición o el control estricto de los créditos, la obligatoriedad de una demora para saltar de altos cargos públicos a privados, y luz y taquígrafos sobre las fundaciones.

Cicerón ya advertía de que hasta el monarca más noble puede degenerar en déspota. Se trata de ponérselo difícil endureciendo las penas por corrupción y fraude fiscal. Y, ya puestos, que devuelvan lo robado.

Más diálogo y menos testosterona. Se gobierna a la defensiva, sin consenso y engañando a la ciudadanía. La confianza se ha roto. Es indispensable promover la participación activa de los ciudadanos en las máximas cuestiones posibles. Referéndums, en plural y ya.