Editorial

Tram Diagonal: una solución de futuro

La opción para conectar los dos ramales parece la mejor, y ahora es preciso que obtenga el mayor apoyo político posible

La prioridad, reducir la contaminación_MEDIA_1

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En marzo pasado se celebraron en la UPC unas jornadas sobre la relación entre el tranvía y la ciudad. Fueron una especie de referente teórico que vino a avalar, desde el punto de vista técnico, las tesis ahora esgrimidas por el gobierno municipal de Barcelona en Comú. El tranvía, como concepto, es moderno, eficaz y sostenible, con mayor capacidad de usuarios que el bus, y con ventajas tales como un menor consumo energético, menores emisiones de CO2 y mayor rentabilidad social. En esas jornadas quedó claro que la elección del tranvía como sistema de transporte implica una redefinición de la ciudad, un asunto capital que Barcelona tiene aparcado desde hace más de 15 años. La desconexión entre el TramBaix y el TramBesós, los 3,9 kilómetros que separan Francesc Macià de Glòries, es, en palabras de la alcaldesa Ada Colau, «una anomalía que la ciudad arrastra» y que debe replantearse sin apriorismos ni prejuicios.

En el 2010, el entonces alcalde Jordi Hereu convocó el referéndum de la Diagonal, que preveía la reforma de la avenida con un rígido y único planteamiento sobre el tranvía. Triunfó entonces la opción que defendía CiU, que se reducía a la idea de no hacer nada. Siete años después vuelve a ponerse sobre la mesa la conexión. De las cuatro opciones valoradas por el estudio informativo aprobado por la ATM destaca la que indica que la mejor solución es el paso del tranvía por el centro de la Diagonal, con un ancho carril bici a su lado, mientras que los coches se verían relegados a cuatro carriles laterales. La opción defendida por Barcelona en Comú va en detrimento de las otras tres (tranvía soterrado, desvío por el Eixample o bus eléctrico) y supone, según los criterios técnicos, una alternativa «más eficiente y eficaz», con mejor relación coste-beneficio, menor impacto ambiental y máxima rentabilidad.

La solución no estará exenta de polémica, pero deberían darse las circunstancias para que el debate político –y el imprescindible pacto mayoritario que requiere una obra de esta envergadura, y más en la situación de minoría en la que se desenvuelve el gobierno de Colau– no eclipse la necesidad de un modelo de ciudad más saludable, seguro y sostenible. Barcelona está ante un reto colosal, de consecuencias clave para el futuro. Debe prevalecer una visión de la ciudad audaz y sin cortapisas ideológicas