Tortosa como síntoma

El alcalde de Tortosa, Ferran Bel, vota en la consulta sobre el monumento franquista del Ebre.

El alcalde de Tortosa, Ferran Bel, vota en la consulta sobre el monumento franquista del Ebre. / periodico

ALBERT SÁEZ

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Cualquier centroeuropeo alucinaría con el episodio de la votación del monumento franquista de Tortosa. Me imagino que el mismo respeto que reclama el alcalde de Tortosa le merecerá la discrepancia. La suma de tacticismos acostumbra a dar como resultado un error estratégico. Sabemos que entre quienes se mantuvieron fieles a la legalidad vigente en España en 1936 se produjo otra guerra civil dentro de la Guerra Civil. Sabemos también que quienes se sublevaron contra esa legalidad y ganaron en el campo de batalla promovieron un juicio sumarísimo en el que, sin demasiadas garantías procesales, condenaron a muerte, a cadena perpetua, al destierro o a la depuración a todos aquellos que les pareció que podían haber participado en un acto revolucionario fuera violento o político. Durante 40 años las víctimas de los excesos en el bando republicano pasearon su victoria con arrogancia, sin reconocer la más mínima autocrítica y humillando a quienes habían derrotado por la fuerza. El franquismo fue la versión española del totalitarismo que invadió Europa, a Este y a Oeste. Eso, querido alcalde, es difícilmente reinterpretable como pretenden hacer con el monumento del Ebre. 

La Transición tuvo que pasar por alto asuntos como éste para evitar otro alzamiento. Pero la intención de quienes pactaron aquella amnesia no era otra que conseguir que un día, sin ruido y sin escándalo, alguien desmontara monumentos como el de Tortosa. Cuesta de entender qué tipo de dinámica local lo ha hecho imposible. Porque las leyes generales dificílmente pueden tener excepciones razonables. Aunque Tortosa convocara un referéndum para proclamar que se propone "reinterpretar" la ley de la gravedad, las manzanas en Tortosa continuarían cayendo a 9,8 metros por segundo. 

Cuesta de imaginar como se reinterpreta un monumento fascista para que deje de serlo. El régimen del 78 llenó de eufemismos el relato de la Guerra Civil. Hablaron de las dos Españas para evitar reconocer que eran las dos Europas, pusieron el foco en las checas para edulcorar el golpe de Estado. Nos empujaron a tener miedo de nosotros mismos. Y ganaron.