ANÁLISIS

Todas las sombras del Kremlin

RAFAEL VILASANJUAN

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Lo dijo Boris Nemtsov justo antes de morir asesinado: «En el 2012 éramos todavía oposición, ahora nos hemos quedado en unos cuantos disidentes». A pesar de la demostración masiva de dolor y repulsa de este domingo en Moscú no va a ser fácil reconstruir un espacio crítico en un país donde se intimida desde el propio Estado. Pero el asesinato del líder opositor, acribillado justo en la zona oscura de una avenida junto a la inmensa Plaza Roja, puede ser el detonante para desenmascarar al criminal que se mueve detrás de todas las sombras del Kremlin.

¿Quién ha matado a Boris Nemtsov? La garantía de que nunca se sabrá la verdad, como no se supo con Anna Politkovskaia o como tampoco se sabrá nunca con Alexander Litvinenko, es poner al frente de la investigación al propio Vladímir Putin. En un país donde los poderosos servicios secretos oficiales del FSB --y las no menos poderosas células paralelas creadas por el presidente--, organizan atentados, ajustan cuentas o buscan coartadas falsas para encarcelar a cualquier disidente, la verdad de este nuevo asesinato no correrá mejor suerte.

INFORMACIÓN EN MANO

La lista de opositores asesinados dentro y fuera de Rusia es larga, pero lo que une a los muertos no es solo su oposición al régimen. La mafia no mata a quien está en contra de sus actividades, solo a aquellos que tienen información para hacerles daño. Politkovskaia había llegado a relacionar a funcionarios del Kremlin con los atentados de Moscú achacados posteriormente a rebeldes chechenos para que Putin pudiera azuzar aquella guerra con mano libre. Litvinenko tenía también informes de cómo el antiguo 'zar' del KGB había montado una red paralela de corrupción desde la alcaldía de San Petersburgo contratando a espías veteranos con dinero obtenido al margen del Estado.

Boris Nemtsov no solo había denunciado la corrupción de los Juegos Olímpicos en Sochi y las redes mafiosas que a la sombra de Putin se repartieron miles de millones, sino que ahora estaba empezando a agitar información demasiado precisa y sensible sobre la financiación a los rebeldes y la participación directa del Ejército ruso contra sus vecinos de Ucrania.

No hace falta que Putin diera la orden, el Estado que él ha construido funciona perfectamente en las sombras. Ha bastado una campaña en los medios tan insistente como la que en tiempos del genocidio en Ruanda se desplegó en Radio Mil Colinas contra los tutsis. Desde la toma de Crimea las televisiones rusas no han parado de machacar señalando a quienes se oponen a la guerra en Ucrania como traidores peligrosos para la patria.

¿Quién ha hecho el resto? A un Estado que controla la política, la economía, la justicia y los medios, no le hace falta asesinar opositores, basta con hostigarlos e intimidarlos. Las cárceles rusas, como en las que estuvo el magnate Jodorkovski o las Pussy Riot, están llenas. Para el resto, decide un régimen criminal engrasado a la sombra del Kremlin.