Por qué tanta tienda de colchones

Hay más burbujas que gremios. ¿Quién se acuerda de las tiendas de muebles de teka?

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IOSU DE LA TORRE

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Aún no he encontrado a nadie que acierte a explicar porqué hay tantas tiendas de colchones en nuestras ciudades. ¿Otra burbuja económica? ¿Una más? No hay calle sin colchonería moderna. Son espacios de escaparate 'king size', transparentes, de puertas abiertasque te invitan a probar la última generación de viscoescolásticos (simples, 'premiums' y plus) como si  hubieras dormido mal toda la vida y no fueras un experto diplomado. 

Quieren que te sientas como Lorenzo Lamas, como el inolvidable Costantino Romero que, con su voz, puso al Grupo Lomonaco en la teletienda. O como Julio Iglesias, pero por motivos más mullidos. Y lo sabes. En el caso de que no cedas a las variadas facilidades de pago y a las excelencias del producto te presentan a Andrés Iniesta, el hombre anuncio más reciente. El capitán del Barça sirve para todo: para que te atrape un banco o te hinches de helados y patatas fritas. Es tan, tan bueno el bueno de Iniesta...

¿Qué futuro tendrá el negocio del colchón? Y yo qué sé. Nunca hubo tanta colchonería en Barcelona. Sucedió lo mismo con las panaderías. No hay edificio sin horno artesano con todo tipo de barras, moldes y sabores. ¿Una conjura inspirada en el 15-M, 'no hay para tanto chorizo'?. 

PELUS Y BARBERÍAS

El cazador de burbujas ha detectado también la inusitada apertura de comercios de productos antiedad, pomadas de oro y otros líquidos que garantizan 'liftings' en el lavabo de casa.Qué pesado resulta ser abordado cada día por los mismos dependientes que insisten con los ungüentos. Hasta que cambias de acera, que es cuando reparas en el boom  de las clínicas dentales. Por suerte, el galeno no envía a la enfermera a la calle en busca de clientes. 

Prefiero el silencio de los 'paquis' de la esquina, de las chicas del todo uñas o los vendedores de bicicletas... Hay más burbujas que gremios. Algunas son efímeras (nadie se acuerda de los muebles de teca) y otras resisten como las últimas casas de fotografía. 

Nada que decir de las pelus chinas, siempre tan extrañamente vacías.  Y mucho que celebrar de las barberías, en especial la de Vicenç Moretó, príncipe de las tijeras.