Tiempo de rectificar

El autor se pregunta por qué Artur Mas ha perdido tres meses en la búsqueda de un mejor entendimiento con el Gobierno de España

MIQUEL ICETA

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El sábado 16 de marzo se produjo una reunión secreta del Govern de Catalunya en el palacio de Pedralbes, de la que nos enteramos convenientemente gracias a la exclusiva gentilmente fotografiada por el 'conseller' de la Presidencia y proporcionada a 'La Vanguardia' que hizo un titular inequívoco "Mas ordena al Govern que abra todas las vías de diálogo posibles con Madrid". El motivo no era otro que la alarma sobre la crítica situación económico-financiera de la Generalitat, por otro lado ya evidenciada por la incapacidad de presentar al Parlament los presupuestos para el 2013. De esta reunión salió una orden: a negociar con el Gobierno de España todo el que se pueda, particularmente con la vista puesta a la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. A partir de la reunión extraordinaria del Govern muchos han sido los consejeros que han sacado el polvo a antiguas y no tan antiguas carpetas donde guardaban celosamente la documentación sobre temas pendientes de resolver con el Gobierno de España. Incluso hay quien ha encontrado algunas competencias estatutarias a reclamar de las que hasta ahora no habían dado cuenta.

No hay que decir que estoy absolutamente de acuerdo en esta nueva orientación política, diametralmente opuesta a la que se decidió ya antes de las elecciones como mejor manera de lograr la ruptura con el resto de España y como mejor forma de sumar adeptos a esta causa, buscar el conflicto y demostrar por tierra, mar y aire que "con España no hay nada a hacer". Siempre he pensado que el mejor servicio a la ciudadanía pasa por el mejor entendimiento posible entre administraciones.

A pocos días de que se cumplan los 100 primeros días del segundo Govern de Mas, la pregunta es obvia: ¿Por qué no lo hicieron desde el primer momento? ¿Por qué han perdido tres meses? Pere Navarro lo había reclamado a la vista de la situación económica y el propio resultado de las elecciones del 25 de noviembre. No faltaron voces que aconsejaban un planteamiento riguroso de gobierno de amplia base. Pero el presidente Mas optó por un acuerdo de estabilidad parlamentaria, de apoyo externo de ERC. Era obvio que un acuerdo de estas características era manifiestamente insuficiente y, dada la situación del país, un error. En mi opinión también era obvio que un acuerdo basado solo en una cuenta atrás para hacer una consulta soberanista que condujera en un Estado propio, era un error que todavía agravaba más el anterior.

Estos dos errores solo tenían un sentido: esquivar toda responsabilidad en el pecado original de haber convocado de forma anticipada unas elecciones, buscando una mayoría extraordinaria, que no solo no obtuvo, sino que hizo retroceder 12 escaños en su partido. "Deprisa y bien, no puede ser", dice la sabiduría popular.

El balance de los 100 primeros días del Govern será pobre y triste, y servirá para dejar más claro, si es que hacía falta, que el Govern ha perdido el norte y no tiene carta de navegación. Parece que el Govern es incapaz de aprobar los presupuestos porque estos tienen que recoger recortes por valor de unos 4.000 millones de euros. Si el diálogo felizmente comenzado con el Gobierno de España llegara a buen puerto, quizá estaríamos hablando de un recorte de 3.000 millones de euros. Incluso en estas condiciones, ¿será capaz el Govern de presentar los presupuestos? ¿Obtendrá el apoyo de ERC? Hay dudas razonables al respecto.

A la vista de todo esto, el presidente Mas reitera que quiere un verdadero acuerdo de Govern CiU-ERC-PSC. Es otro signo claro del fracaso de la estrategia decidida en una habitación del Hotel Majestic la noche del pasado 25 de noviembre. Pero es muy difícil que este acuerdo se produzca porque la condición de ERC, que el propio presidente Mas aceptó entonces, es hacer la consulta soberanista en el 2014, por la vía del acuerdo con el Estado o sin tenerlo, amparada en la legalidad o sin amparo legal. Con los primeros rumores de cambio de aires, los y las portavoces calificados de ERC ya han dicho que no están dispuestos a avalar ningún cambio de rumbo, aunque el actual sea un rumbo de colisión. Parece imposible, pues, que el PSC se avenga a apuntalar un edificio de tan frágiles fundamentos y que creo sinceramente que no sirve al interés de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya. Si se pone la lucha contra la crisis en primer término, si se busca un acuerdo amplio en Catalunya y el acuerdo con el Gobierno de España para atacar esta prioridad, y si la consulta se plantea como resultado de un acuerdo amparado en la legalidad, todo es posible. Si no, no.

Cualquier otra alternativa conduce irremisiblemente a un callejón sin salida en el mejor de los casos y a un choque de trenes en el peor de los casos. Ya no es el momento de seguir mareando la perdiz con las palabras. Ya no tiene sentido hablar de transición nacional si no se explica con detalle cual será el destino final, el trayecto previsto, las etapas, los costes y los beneficios. Hace falta claridad en la estrategia y política de gran altura y de visión amplia. Creo que hay poco tiempo para que el presidente Mas pueda rectificar y convendría que se diera cuenta que tanto la crisis, como la pesada niebla de los tufos de corrupción y espionaje, hacen que la ciudadanía exija de forma inmediata transparencia, acuerdos y, sobre todo, resultados.

Blog de Miquel Iceta