El valor de Ter Stegen; el valor del Barça

Ter Stegen detiene un balón ante Williams en el partido de San Mamés.

Ter Stegen detiene un balón ante Williams en el partido de San Mamés. / periodico

DAVID TORRAS

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Algún día pasará. Le llegará el balón (que cada uno imagine como quiera la jugada) y acabará dentro. De la portería. De la suya. De la de Ter Stegen. De hecho, ya ha pasado y en San Mamés estuvo cerca de ocurrir. Un pase demasiado corto, Beñat que llega antes que Busquets y ahí está solo ante el alemán. Chutazo. Al 'muñeco', dirán. Sí, pero en toda la cara y el 'muñeco' se quedó en pie. Tremendo. No se le movió ni una pestaña. Ni un gesto de dolor, sin inmutarse, como si nada, con ese aire de invulnerabilidad que le acompaña y que conquistó a Zubizarreta en cuanto lo vio, convencido de que iba a ser el portero del futuro. 

Algún día pasará en el Camp Nou, que ya puede irse acostumbrándose a vivir con el corazón encogido cada vez que la pelota ruede hacia atrás, y él se pasee sobre la misma línea, y decida devolverla con un globo, ajeno a la presión, o lanzar una diagonal, con la diestra o con la zurda, que tanto le da. Como hizo en Bilbao, en una actuación de récord. Dio 51 pases buenos de 62 (sin entrar en detalles porque más de uno no lo darían un montón de jugadores de campo) , la mejor cifra de un portero en la Liga en los últimos 10 años.

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Que el Camp Nou se haga a la idea que así será cada tres días, en la Liga y en la Champions, después de haberse salido con la suya y quedarse para jugarlo todo. Otra cosa es que Luis Enrique hubiera preferido mantener el mismo plan de competividad y que ahora también lo busque de alguna manera. Era la única manera de que no se marchara y siguiera el camino de Bravo antes de que lo hiciera él. Estuvo muy cerca  y ese fue su mensaje al club. O juego o adiós. Al final, Bravo ha ocupado su sitio, y él se enfrenta ahora al desafío que quería. 

Harán bien los culés en tomárselo con calma y guardar los murmullos que otras veces ya se han escuchado. Ter Stegen no va a cambiar. Nadie tiene más confianza en sí mismo que él. Tampoco Luis Enrique quiere que cambie aunque le haga sufrir. Es uno de los rasgos de distinción del Barça, un signo de valentía y de personalidad que casi nadie puede ni se atreve a imitar. Solo Guardiola quiere persistir en este rasgo que instauró y que Neuer le permitió mantener en el Bayern. Por eso ha elegido a Bravo. Es la gran razón del fichaje por más que no tenga el atrevimiento de Ter Stegen.               

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Por encima de la angustia que puedan provocar esos paseos del alemán, que llevan a dar patadones desde la distancia para alejar el peligro, en el Camp Nou debería imponerse el orgullo de ser tan diferentes. Un estilo que tuvo doble valor por la intensa presión del Athletic y que convirtió cada salida de balón en un ejercicio de funambulismo. Todo digno de admiración.

Así que el día en que Ter Stegen patine y llegue esa cantada, que llegará porque parece inevitable jugar sin red un partido detrás de otro y no pegarse un trompazo, a los culés les corresponde elegir entre mantener la tradición de ser duro con los suyos o quedarse con su soberbia y su confianza, a la que acompañan  los defensas, obligados a arriesgar como ninguno, y valorar lo que eso supone para el equipo. Así que preparénse para pasarlo muy mal y muy bien.