Al contrataque

Solo conducían un camión

XAVIER SARDÀ

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Xavi Mora, de Llavaneres, y Jordi Bañeres, de Canet de Mar, solo conducían un camión del Dakar. Ya sabéis que ambos están en una cárcel francesa en tanto sean puestos en libertad cuando sin duda se acredite su inocencia.

Su pesadilla se inicia cuando los detienen en Francia porque en su camión les han «colado» una tonelada y media de cocaína. La «operación» se realiza en las jornadas de espera para embarcar de regreso a casa. Los vehículos están en un descampado por huelga de estibadores. El de Xavi y Jordi transporta enormes neumáticos que acaban rellenos de droga. La detencion de dos búlgaros pone sobre la pista a la policía francesa que intercepta el camión. El mundo cae sobre los dos jóvenes y estalla el delirio en el que se ha convertido su vida desde hace casi tres semanas.

La familia y los amigos se movilizan inmediatamante. Abogados franceses se hacen cargo de la defensa y, a los dos días, comunican a la familia que están convencidos de la inocencia de ambos. Hasta que sean liberados, los jueves habrá concentración alternativamente en Llavaneres y en Canet. A las ocho frente a los ayuntamientos. Mucha gente en las dos que ya se han celebrado. El ambiente es de una solidaridad sin fisuras. Yo conozco a Jordi Bañeres y pongo las dos manos en el fuego por su inocencia. Los que conocen a Xavi Mora, igual. Ambos «solo conducían un camión del Dakar». Es la frase que se ha acuñado para describir la enorme distancia que existe entre el narcotráfico internacional y dos apasionados por el deporte, ajenos por completo al mundo de las drogas.

Consuelo para Xavi y Jordi

Las concentraciones son un bálsamo para las familias y amigos, pero lo serán sin duda para Jordi Xavi cuando salgan de la cárcel. Será un consuelo cuando vean los vídeos con su familia, sus vecinos y sus compañeros del Dakar, aplaudiendo el rugir de las motos que tanto les apasionan. Después de las palabras del portavoz, motor bramando y tres minutos de silencio. Luego aplausos interminables.

Vivir en localidades pequeñas tiene ventajas e inconvenientes. La referencia a las maledicencias gratuitas o la murmuración en los panales críticos de los pueblos recorren literatura y cine. Pero comprobar que cuando un vecino se encuentra en una adversidad como esta el apoyo es unánime, resulta conmovedor. Vivimos en una época de enormes reveses e incertidumbres en la que parece que cada uno de nosotros vamos a lo nuestro y a caballo del escepticismo. Se detectan, eso sí, ilusiones colectivas. Pero creo que no solo en las grandes manifestaciones y en las cadenas humanas nos podemos engrandecer. Es memorable también apoyar incondicionalmente a alguien sin dudarlo ni un segundo. Cuando salgan lo sabrán. El jueves, a las ocho en Llavaneres.