Dos miradas

Sirenas valquirias

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hoy, los griegos deben presentar un papel que, una vez revisado por las autoridades que mandan, les permitirá acceder a un dinero que les salvará, durante un tiempo, de la miseria absoluta, por no decir del agujero más negro. Deberán pasar el examen y al mismo tiempo, como se apresuró a decir el señor Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, en una demostración de prepotencia y de cinismo desmesurada, deberán poder explicar al pueblo por qué han cedido y por qué ahora hacen lo que dijeron que no harían. ¿O tal vez no es el caso? Ante el acuerdo para renovar el rescate, la mayoría de la opinión pública ha certificado la bajada de pantalones griega, una adecuación a las circunstancias, pero Varoufakis, este Féodor Atkine de la política, enigmático y altivo, anunció, en una comparación mitológica, que no se trataba de una derrota sino de la prevención necesaria en la aventura antes de alcanzar la meta deseada. Ha hablado del Ulises que tapa los oídos de los marineros para no oír los cantos de las sirenas, que se ata al palo, él mismo, para no caer en la tentación. La música de la racionalidad fiscal dice a los griegos que se acerquen a la isla de los recortes, que es donde serán bien recibidos y donde, finalmente, vencidos, serán cautivos. Hoy veremos si la perspectiva de la Ítaca prometida se aleja, si las maniobras griegas son una táctica dilatoria, si las sirenas cantan para destruir la esperanza, valquirias del euro y la estabilidad.