Siglas

Nada más eficaz que crear unas siglas de fácil pronunciación para que se vayan desgastando en el debate diario, sea en el ágora pública o en la menudencia de la peluquería o del bar. De todas las creadas los últimos años, la de mejor adaptación ha sido la Sareb, que compite con la de Frob. La primera alude a la sociedad público-privada que se hizo cargo de todos los inmuebles de dificil venta o alquiler de bancos y cajas españoles. La segunda, más de lo mismo: el dinero público-privado necesario para que los clientes de las cajas y de algún banco no perdieran  todos sus ahorros.

Así nos contentaron: somos un Estado de la abundancia -de bienestar es otra cuestión- capaz de asumir los errores de la banca privada hasta el punto de compartir, con dinero público, la propiedad de cientos de miles de locales, pisos, edificios y promociones inacabadas que  tienen su origen en decisiones de los consejos de administración de los bancos. Vale que fuera necesario para salvar el modelo capitalista que tanto apreciamos. Vale que era previsible, como nos enteramos ayer, que de esas operaciones contables ha acabado siendo la Sareb la que  sufra los números rojos del dislate. Pero no vale que encima se pretenda que el tonto sea el gestor público.