Pequeño observatorio

Ser y parecer en la intimidad de una cabina

Todos tenemos un concepto propio y discutible de la elegancia y la belleza

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icoy34283424 barcelona 14 06 2016 barcelona reportaje sobre l160614165607 / RICARD CUGAT

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Me ha parecido muy original el tema que ha planteado la periodista Cristina Sen en La Vanguardia. Los espejos que hay en los probadores de las tiendas de ropa femenina. ¿Quién no se ha puesto delante de un espejo alguna vez? Yo no muchas, la verdad. Un mínimo de experiencia tengo, pero ni se me habría ocurrido hablar de este objeto de uso tan general.

El gigante comercial de la venta al por menor Hammerson ha explicado que muchas mujeres no quedan contentas después de mirarse en el espejo llevando la prenda que han elegido. Parece que la presión cultural y social sobre la mujer para conseguir un cuerpo perfecto crea una insatisfacción cuando se contemplan en un espejo. Alguien ha llegado a pensar que en algunos probadores puede haber algún trucaje de iluminación para que la mujer -y quizá el hombre- se vea estéticamente más favorecida.

El reportaje explica que Ralph Lauren utiliza en Estados Unidos probadores interactivos. Los espejos incluyen una pantalla táctil desde la que los clientes pueden pedir la ropa y las tallas sin salir de la cabina. La tecnología al servicio de la satisfacción del cliente. No tengo nada que decir, pero me resisto a admitir que, por principio, la elección que hace una persona de una prenda de ropa garantice su acierto, porque todos tenemos un criterio propio y discutible de la elegancia y de la belleza. A veces nos preguntamos cómo es posible que una persona lleve una chaqueta que le queda tan ancha o aquellos pantalones que parecen comprados al trapero.

Una moda es una ley que mucha gente debe obedecer, pero es una ley que impone la caducidad. Una moda que fuera eterna -vestir siempre lo mismo- sería animalizar a los humanos. Sería como si fuéramos los perros, los pájaros o los leones, que ignoran la posibilidad de elegir el color de su piel.

Nuestra inteligencia es prodigiosa: sabemos cómo somos y sabemos cómo parecemos.

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