Dos miradas

Septiembre

Los acontecimientos avanzan estos días a una velocidad inaudita, más allá de la aceleración que va asociada a todos los septiembres

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Empieza un mes ciertamente complicado, decisivo y lleno de interrogantes. Los acontecimientos avanzan estos días a una velocidad inaudita, más allá de la aceleración que va asociada a todos los septiembres. Quizá ni siquiera tendremos tiempo para anunciar la llegada de un nuevo curso que es, al fin, con su regularidad, lo que nos ata a la rutina y a las cosas importantes, que deben permanecer pase lo que pase. Enseñar y aprender son los cimientos de cualquier sociedad. ¿Qué nos enseñarán? ¿Una nueva demostración de coraje reunida no en torno al grito de una utopía sino al deseo de una utopía, que clama por un panorama diferente al que ahora tenemos? ¿Una aspiración unitaria que, de hecho, con sus mensajes, también acaba convirtiendo las elecciones del 27 en unas plebiscitarias? ¿Unas fuerzas -ocultas o no tanto- que se esfuerzan para que todo se convierta en un batiburrillo fenomenal? ¿Será un todo o nada? ¿Habrá un 28 de septiembre? ¿Y qué aprenderemos? ¿A vivir en un país donde todo debería ser aceptado democráticamente, sea cual sea el resultado, sin trampas ni coacciones?

El día siguiente de las elecciones se empezará a cumplir lo que decía Carner: «Enrojecen tanto los árboles / que alfombran el camino». Es decir, estallará con toda su magnificencia -si es que no lo ha hecho antes- un otoño de colores intensos que lo son precisamente por su anunciada decrepitud. Es en la euforia de las caducifolias donde crece su derrota invernal.