Pequeño observatorio

¿Se puede aprender a llorar?

Hay quien quisiera llorar pero no puede y llora por dentro, y hay quien sabe fabricar lágrimas

JOSEP MARIA ESPINÀS

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El papa Francisco ha despertado amplias simpatías en ámbitos muy diversos. No hace mucho, millones de filipinos lo recibieron con entusiasmo. En sus parlamentos dijo cosas muy interesantes. Recojo una que me ha hecho pensar. «Tenemos que aprender a llorar por los que sufren, porque quien no sabe llorar no es un buen cristiano».

Es una afirmación rotunda que me parece que merece un comentario. Más allá de interpretar la afirmación del Papa como una metáfora, no estoy de acuerdo con que la bondad de un cristiano dependa de saber o no saber llorar. ¿Es que se puede aprender a llorar? Yo creo que no se puede aprender a llorar, que no hay una única y buena manera de hacerlo, sino que llorar, como reír, es una manifestación personalísima, propia, no modificable por una decisión voluntaria. ¿Hay personas que son plañideras por naturaleza, y por eso decimos de alguien que es un llorón. Como hay gente expresiva y gente inexpresiva. Son hechos que no son corregibles por una decisión forzada, que falsearía la manifestación de un sentimiento.

Hay gente que llora de tristeza y gente que llora de alegría. Y hay gente que quisiera llorar pero no puede, gente que llora por dentro, lo que alguien puede interpretar, si no ve lágrimas, como una falta de sensibilidad. Incluso hay gente que sabe fabricar lágrimas para mostrar dolor.

Yo vi hace años, yendo a pie por el Pallars, un cortejo fúnebre que subía por un camino hacia el cementerio y tres plañideras profesionales que iban detrás del ataúd. En la ópera Elissir d'amore, si no me equivoco, el tenor canta: «Una furtiva lágrima...». Yo no soy especialmente llorón, pero más de una vez he sentido que se me escapaba una lágrima, que me salía de un ojo y se quedaba detenida a media mejilla. Una lágrima que no me sacaba con un dedo, sino que esperaba que se fundiera en la piel para aceptarla como una parte de mí.