El aniversario del atentado yihadista

Se nos heló el corazón

Las 191 personas asesinadas en Madrid en el 11-M deben ser nuestro permanente recuerdo

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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La mañana más fría de nuestra historia colectiva reciente fue hace 10 años. A punto de comenzar la estación de primavera ese 11 de marzo del 2004, se nos heló el corazón. Y todo a base de fuego y pólvora que unos criminales pusieron en unos trenes en estaciones ferroviarias madrileñas. Antes hubo otros momentos especiales en nuestra reciente memoria del sufrimiento asesino y la infamia: Hipercor, plaza de la República Argentina y tantos otros. España era y es el país europeo más golpeado por el terrorismo. Y si habíamos tenido matanzas individuales y colectivas durante muchos años, todavía viviríamos un desgarro brutal. Aunque fueron varios los lugares, Atocha da nombre a un símbolo que es el del sufrimiento y la muerte absurda, cruel y cobarde.

YO ERA CANDIDATO «paracaidista» por el PP por Madrid. Pese a querer concluir mi ciclo político, el nuevo «líder» me pidió que dejase Cantabria y le acompañase en su lista madrileña. Hube de superar muchas dudas -e ingenuidad- pensando que esa petición suponía admitir matices diferenciales en una misma tribu, di el sí y me equivoqué.

Ahí estaba y esa mañana tenía, como candidato madrileño en una lista cerrada y a dedo, una cita con pequeños comerciantes de un barrio obrero de Madrid. Todos los actos se suspendieron.

Lo sucedido iba dejando un reguero de pólvora que marcharía en dirección diferente con las horas. La rabia por lo acontecido iría generando otros sentimientos también de rebeldía frente no solo a los asesinos de la masacre sino también de lo que percibían la mentira cobarde del poder.

Ciento noventa y una personas murieron ahí y ese tiene que ser nuestro permanente recuerdo. A ellos, todos de clase trabajadora, entremezclados países y razas, siempre nuestro respeto, solidaridad y vivo recuerdo. Allí quedaron enterradas vidas y sueños de asesinados, sus familias y los heridos. Diez años sin un hijo, un padre, una madre o una pareja arrancada de cuajo. Reconstruyendo vidas. Otros, que estaban allí, sobrevivieron pero en su cuerpo y su alma quedaron unas heridas que incluso el tiempo no puede sanar. Pero todos quedamos heridos. Vivir ese día en Madrid fue impactante.

Casi dos centenares de personas perdieron su vida pero otros perdieron otra cosa. Mi partido perdería el poder. Para la totalidad de españoles, lo que dolía era aquello. Pero algunos, pensando más en sus viles intereses, se preocuparon por intentar que el hecho luctuoso no tuviese este segundo efecto.  El modo de gestionar la información ya hizo que cada vez más gente percibiera esa manipulación. Esa misma noche, yo mismo ya comenté con mi familia que todo lo que se decía era más que confuso. Al día siguiente, en la manifestación a que asistí -se celebraron en todo el país (en Barcelona casi un millón y medio)-, además de la protesta ciudadana por el brutal acto terrorista, pude percibir que mucha gente tenía una percepción de sentirse manipulada o muy mal informada. También de que eso produciría consecuencias electorales.

En esos días, más allá de llamar el presidente a los directores de los periódicos y trasladar a través de las embajadas el mensaje de la culpabilidad de la banda etarra, algunos echamos en falta la no convocatoria desde el Gobierno a todas las fuerzas políticas para concertar un llamamiento conjunto (y no monopolizado por el Ejecutivo) a la ciudadanía, con un lema común (¿a qué venía la referencia a la «defensa de la Constitución»?). Los indicios que irían descubriéndose ponían en cuestión la autoría en que el Gobierno insistía.

EL PUEBLO IBA por otra línea. Se percibía en la manifestación. ¡Qué inmensa tristeza colectiva! ¡Qué lapidario silencio, apenas roto por algunos gritos como «En esos trenes íbamos todos»! Pero se palpaba desconcierto y sentimientos encontrados. Tres días después, las elecciones propiciaron un cambio político. La legislatura posterior sería ensordecedora al no admitir mi partido la derrota. Se lanzaría la teoría de la conspiración, generando interesadas dudas sobre la autoría. Para mí sería insoportable la crispación y me sentí muy desubicado y lejano del rebaño. Si ya en la anterior legislatura escribí contra la guerra de Irak, en esa lo hice tras la sentencia que debía poner punto final. El 2 de noviembre del 2007 publiqué en EL PERIÓDICO Verdad, justicia, futuro. Siempre lo esencial son las víctimas. Casi todos los libros publicados tienen mucho de política del por qué, cómo y quiénes. A nivel literario, igual que con el 11-S en EEUU, hay mucho pudor en escribir sobre ello. De lo poco escrito, aunque no respondiese a las expectativas, al menos tiene una prosa sentida en la narración, me quedo, por el título, con la de Luis MateoUna piedra en el corazón.