IDEAS

Salir a flote

ÓSCAR LÓPEZ

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Lo sé. Ya se empieza a hablar de una leve recuperación económica, pero en el sector editorial hay dudas sobre si hemos o no tocado fondo. Por un lado Nielsen asegura que hasta el 29 de diciembre las ventas en 2013 han descendido un 15% sin que la campaña de Navidad haya podido hacer nada para evitarlo, mientras que en la primera semana de enero de 2014 (con datos de GfK) se han incrementado las ventas un 2% respecto a hace un año. En cualquier caso, metro arriba metro abajo, la cuestión es que como el submarino de Das Boot, seguimos bajo mínimos, mientras  la presión del mercado revienta empresas y potenciales escritores. Ni el crowdfunding ni la autoedición consiguen ya mantener a flote a esas jóvenes promesas que buscan su oportunidad.

Si se está yendo a pique la clase media de la literatura española, qué no pasará con aquellos que empiezan. Naturalmente que hay excepciones, como ha ocurrido este pasado año con autores como Dolores Redondo o Jesús Carrasco. Pero la realidad es que no dejo de recibir mails de todo tipo, donde, entre otras cosas, me preguntan sobre qué pueden hacer con sus manuscritos, cómo lograr que lleguen a las editoriales sin que se pierdan por el camino. Y es que con la literatura no ocurre como con otras profesiones. Un químico, un camarero o un economista pueden plantearse la opción de emigrar en busca de otros mercados laborales. Pero a nuestro joven escritor no le servirá de nada hablar inglés, ni haber hecho un master tras otro.

Su futuro pasa por encontrar un editor aquí, que apueste por él aunque sea con un anticipo mileurista. Pero hoy en día, ni eso. Así que cada vez que me preguntan sobre si hay opciones de que puedan ver editado su libro, les digo que se relajen, que no tengan prisa, que lo importante es escribir, independientemente de que puedan o no publicar, que lean mucho, y que si tienen talento, seguro que llegará un día en que alguien apostará por ellos.

Y mientras les digo todo eso, pienso en el submarino de Wolfgang Petersen varado en el fondo del mar, y noto que, sin poder evitarlo, me crece la nariz.