Rusia bicéfala

La componenda política que convirtió a Dmitri Medvédev en presidente de Rusia y situó al frente del Gobierno a su antecesor, Vladimir Putin, a la espera de que, cuatro años después, pudiera optar de nuevo a la presidencia, emite señales de flaqueza. Conforme se acerca el mes de mayo del 2012, aumentan las posibilidades de que los antiguos aliados pasen a ser contrincantes y se pongan de manifiesto las discrepancias entre ambos. De hecho, la solución del 2008 pretendía hacer de Medvédev un presidente de perfil institucional y de Putin, el motor del Estado, como lo había sido hasta entonces. El reparto de papeles se ha cumplido a grandes rasgos, salvo esporádicas desavenencias, pero, al mismo tiempo, el presidente ha dado muestras de tener más dotes de hombre de acción de las que demostró a la sombra de Putin. Además, el diseño constitucional, que configura una república presidencialista, ha animado cada vez más las maniobras de los partidarios de Medvédev.

A favor de Putin está que lleva al frente de la nave desde el ocaso de Boris Yeltsin, y que se le asocia con el renacer económico de Rusia después del caos que siguió al hundimiento de la Unión Soviética. Pero tan cierto es esto como que algunas de las operaciones de futuro más importantes emprendidas por Rusia, como una vinculación más estrecha con Alemania, coinciden con el mandato de Medvédev. Un capital político con un considerable poder de convicción.