Ruptura con estrépito pero solo por etapas

JOAN Tapia

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El domingo Unió decidió, por ajustada mayoría, abrir una negociación con CDC para enmendar la hoja de ruta independentista pactada en marzo entre convergentes, republicanos y la ANC. Pedía no dirigirse solo a los partidarios del sí-sí sino abrirse a los que el 9-N votaron sí al Estado propio y no (o blanco) a la independencia. También exigía -quizás todavía más- que el procés respetara el Estado de derecho y se excluyera cualquier acto unilateral de independencia que no sería aceptado en la Unión Europea.

El lunes CDC (al menos el coordinador Josep Rull) contestó de forma brusca dando a Unió tres días para decidir si quería sumarse a una lista independentista. Ayer, a las 48 horas, UDC contestó abandonando el Gobierno de Artur Mas por razones de fondo (no se ha negociado) y de forma (ha habido un maleducado ultimátum). En principio todos los cargos de Unió deberían abandonar el Govern y los tres consellers lo harán en el mismo momento en que lo decida el president.

¿Está rota pues CiU? Sí, en parte porque Unió sale con estrépito del Govern por diferencias políticas serias. Pero tampoco del todo. Unió se compromete (cosa encomiable) a mantener la estabilidad parlamentaria hasta el fin de la legislatura (haya o no elecciones el 27-S) y también asegura que no tiene intención (y tampoco la percibe en Convergència) voluntad de romper la federación. Pero saliendo del Govern porque no se renegocia la hoja de ruta indica que no irá en la lista independentista que le planteó Rull.

Unió fija su posición política (no a un programa solo independentista) pero no rompe la federación con Convergència. ¿Por qué? La clave la dio Ramon Espadaler al no opinar sobre la llamada llista del president afirmando que no sabía exactamente de lo que se trataba. Sugería que esta iniciativa que se atribuye a Mas -que el agit-prop convergente jalea desde hace tiempo pero sobre la que el president ha dicho poco- no se ha discutido en los órganos de la federación CiU.

Una casa distinta

Espadaler insinúa que si Mas quiere una lista presidencialista por encima de los partidos debe plantearlo antes en la dirección de CiU de la que él (Espadaler) es secretario general. Quizás el presidente de la Generalitat pueda actuar a su antojo -y al de sus estrategas del 2012- en CDC, pero la federación nacionalista es una casa distinta. Si Mas anuncia así una lista presidencial sin discusión previa, no será Unió la que rompa. Será Mas quien se estará saltando los protocolos.

¿Es este el único motivo de la ruptura con estrépito pero por etapas que han elegido los democristianos? Claro no es igual que Unió rompa por tibieza, o que Mas haga mangas con capirote de las normas de la federación con una lista a su capricho y un programa no pactado con el socio. Seguro que también hay cálculos de intendencia: costes del divorcio, reparto de la caja común, espacios electorales gratuitos… Duran y Espadaler tampoco pueden no tener en cuenta al sector crítico (potente) que ahora pide un congreso extraordinario, pese a que CDC lo retrasa hasta después de las elecciones. Y quizás Espadaler todavía tiene alguna esperanza de que Mas recapacite. Sea como sea ayer Unió prefirió una ruptura a plazos democristianos a un discurso político a la busca y captura de electores. A corto es inteligente porque ahora la pelota la tiene Mas que arriesga quedar como cesarista (ayer frente a los republicanos, ahora ante sus socios de 37 años). Pero a Unió no le sobra tiempo para captar complicidades en el electorado catalanista y centrista que siente vértigo ante lo desconocido. El domingo (aunque dividida) lo hizo. Ayer bordeó el pecado tan democristiano de la ambigüedad.