La clave

Robin Williams dio la cara

BERNAT GASULLA

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La muerte de Robin Williams, aparentemente por suicidio, provoca en primer término una reflexión sobre sus valores interpretativos. A muchos nos ha puesto nerviosos esa verborrea irrefrenable del protagonista de El rey pescador. El histrionismo sin corsé le iba como anillo al dedo en personajes como Popeye -sí, Popeye-, el locutor incorrecto de Good Morning Vietnam, el Peter Pan talludito de Hook, el niño perdido en otra dimensión de Jumanji...

Aunque lo que más sacaba de quicio a muchos cinéfilos era cuando el payaso histrión quería demostrar que era un actor de verdad, no solo un comediante, y se ocultaba bajo la personalidad de profesor enrollado -El club de los poetas muertos-, psicólogo colega -El indomable Will Hunting-, médico genial pero despistado -Despertares- o niñera entrada en años y carnes -La señora Doubtfire-. Pese a todo eso, Williams había conseguido algo al alcance de muy pocos: el aprecio del público, de los colegas y de cierta parte de la intelectualidad norteamericana.

Estigma

La segunda reflexión surge cuando uno se pregunta por qué se ha suicidado una persona con éxito, popularidad y reconocimiento. Tras el fallecimiento, el representante de Williams reconocía que el actor «llevaba años luchando contra la depresión». El intérprete estaba subido en un torbellino emocional, arrastrado por sus adicciones. Todos lo sabían. Él había hablado de su salud mental y de las drogas, como cuando confesó su alcoholismo en una impactante entrevista con Larry King.

Y es aquí cuando uno ha recordado una campaña de la asociación Obertament, que combate el estigma social de las enfermedades mentales. La entidad reclamaba a famosos que salieran del armario para explicar que padecían algún problema psiquiátrico. Uno siempre ha admirado la capacidad de los norteamericanos -fruto de una cultura protestante que venera los beneficios del trabajo-- para hablar del dinero que ganan. Pero también tienen menos problemas en admitir que necesitan ayuda para salir del alcoholismo, la depresión o las adicciones. Williams perdió la batalla, pero seguro que su testimonio ayudó a más de uno.