Riesgo cero

ENRIC HERNÀNDEZ

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No hace tanto, los 50 años marcaban la frontera de la senectud, y los 70, la del milagro. El progreso social, económico y científico ha dilatado nuestra esperanza de vida y endulzado la convivencia con los achaques, dibujando el espejismo de la eterna juventud como prólogo de una improbable inmortalidad. Nos negamos a aceptar que la investigación avance tan rápido en las telecomunicaciones --del teléfono de auricular y cable enrollado al 'smartphone' con forma de reloj en solo dos décadas-- pero no llegue a tiempo de erradicar las enfermedades letales de nuestros allegados. Y cuando no hablamos ya de enfermedades incurables, sino de virus extremadamente contagiosos que devienen epidémicos, nuestro pánico adquiere las proporciones que le otorgan las autoridades con sus titubeos y sus silencios, sus omisiones y sus errores.

En el primer curso de gobernante se enseña que, ante una crisis sanitaria o alimentaria, urge infundir confianza a la ciudadanía y demostrar que todo está bajo control. La ministra de Sanidad, Ana Mato, no debió tener la fortuna de asistir a aquella clase inicial, a juzgar por la vacilante comparecencia que protagonizó el lunes tras conocerse que la primera infección por ébola fuera de África tuvo lugar en España.

Cuando la comunicación oficial falla estrepitosamente, como es el caso, los portadores de paños calientes suelen advertir de que en el terreno epidemiológico no existen las certezas absolutas ni el «riesgo cero». Retengan esa petulante expresión, riesgo cero, porque en los próximas días la escucharán hasta la saciedad en boca de políticos, presuntos expertos y tertulianos proclives a recitar el argumentario oficial.

Alarma ciudadana

Es obvio que la seguridad total es una quimera, tanto en las crisis sanitarias como en la vida en general. Lo que no obsta para que, ante amenazas como la del ébola, las administraciones respeten los protocolos, dispongan los mejores medios materiales, supervisen al personal expuesto al virus e informen con rigor a la sociedad. De no proceder así, el riesgo de generar más alarma ciudadana de la justificable no es cero, sino infinito.