AL CONTRATAQUE

Representación parlamentaria

Pedro Sánchez recibe el aplauso de su grupo, en la segunda votación de la investidura, el pasado viernes en el Congreso.

Pedro Sánchez recibe el aplauso de su grupo, en la segunda votación de la investidura, el pasado viernes en el Congreso. / periodico

MANEL FUENTES

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Titiriteros, caricatos, actores, artistas y faranduleros estuvieron, (y siguen), en el centro de la diana. Cuestionados por su trabajo; por cualquier subvención; mirados con lupa de aumento por Montoro; desacreditados ante la mínima manifestación de sus ideas y compromisos; chivos expiatorios de programadores y partes contratantes, tal vez ahora, y gracias a la política, podamos resituar algo las cosas.

Si una obra de teatro es una representación de un libreto conocido de antemano, analicemos qué diferencias nos ofrece hoy la representación parlamentaria. Teóricamente debería ser una representación ciudadana, pero hoy los partidos ya no se dedican a defender los intereses de sus electores, sino que se han convertido en instituciones autónomas que protegen ante todo sus intereses. ERE falsos, Bárcenas, Púnicas, Gürtel, Palau, contrabando de tabaco en Andorra… Las cámaras de representación deberían servir para debatir y acordar; para buscar y encontrar puntos en común; para que la voluntad de servicio y consenso se abra camino, y en cambio lo que vivimos en el Congreso fue la versión más esperpéntica de este espíritu.

¿Para qué necesitamos a tantos diputados si ninguno piensa por sí mismo? ¿Si todos se mueven en función de la orden que dicta su partido, previa a escuchar al adversario? ¿Qué interés tiene un mal llamado debate de investidura si a nadie le importan los discursos que allí se den? ¿Si el voto afirmativo o negativo al candidato ya viene decidido desde un despacho?

TACTICISMO EGOCÉNTRICO

La perversión de esta representación parlamentaria consigue que el encargo del Rey a Rajoy sea una carta de póquer sobre la que decidir jugarla o no, que el discurso de investidura de Sánchez se convierta en un mítin de precampaña, y que cualquier declaración de los lideres de los partidos colindantes o periféricos sea un monumento a su tacticismo egocéntrico, dejando en la mayoría de los casos, el bien común para un segundo plano. ¿Somos conscientes de las horas de televisión, medidas de seguridad, sueldos y dietas a los actores que hemos gastado para que nos hayan montado esta mala y estéril representación parlamentaria? ¿Somos conscientes de que nos van a pedir que volvamos a votar para que resolvamos lo que a ellos no les da la gana de hacer? ¿Somos conscientes de que cuando a alguno le demos la fuerza parlamentaria suficiente va a usar nuestra confianza de maneras que nunca les autorizamos?

En las representaciones conoces los libretos que van a ser interpretados. En las teatrales, vives una mentira evadiéndote de tu verdad. Si la representación parlamentaria sigue por ese camino, vamos a tener que perseguir y mirar a nuestros políticos con la misma incredulidad, desconfianza y menosprecio, con la que ahora algunos miran a los titiriteros.