Repasando el 'magnicidio'

XAVIER GINESTA

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El mismo día que Josep Anglada quedaba defenestrado al frente de Plataforma por Catalunya (PxC), aun me lo encontré por la mañana paseando por la calle Verdaguer, en Vic, con esa sonrisa burlona que le hacía pronosticar, día sí día también, un ascenso de su partido en cada cita electoral que se aproximaba. En pocas horas, el altivo Anglada quedó sobrepasado por las circunstancias, decapitado por sus 'lictores', por mucho que de momento haya podido mantener el cargo de portavoz del grupo municipal en Vic, hasta que no se le expulse definitivamente de la formación.

En el momento que PxC no pudo saltar a la arena catalana (ni en 2010 que recogió un 2,4% de los votos, ni el 2012 con un 1,65 %) y tuvo que continuar como partido de raíz y ámbito de actuación estrictamente municipal, ya se podía prever que su suerte no sería la que pronosticaba su líder antes de cada cita electoral. Haber obtenido escaños en el Parc de la Ciutadella (por suerte, no ha pasado) hubiera actuado de catalizador para que esta formación de inspiración xenófoba consolidara y profesionalizara su engranaje. Una organización que al final ha dejado aflorar un liderazgo unipersonal, poco transparente y de raíz totalitaria que incluso ha creado anticuerpos en su interior. A efectos de dominio público, y siempre poniendo un "presuntamente" ante las acusaciones recibidas, son ejemplo la denuncia por injurias que presentó uno de los concejales rebeldes de Vic, Juan Carlos Fuentes, o la que también presentó por amenazas telefónicas su compañera de grupo en el Ayuntamiento, Pilar Catalán. De momento, el juzga ya ha absuelto Anglada de la denuncia de Fuentes, pero queda pendiente la de Catalán.

¿Qué será PxC sin Josep Anglada? Si finalmente se consolida la expulsión del fundador (situación que no deja de ser pintoresca), habrá que ver el rumbo que toma el partido ante un ecosistema político catalán cada día más atomizado y donde los partidos políticos se están disputando los votantes en el eje nacional, y no tanto sobre el social. Por un lado, se apunta a una mayor españolización de esta formación en vistas a la tormenta nacional que se vislumbra en el horizonte. Por otra parte, en esta posición se han consolidado otras opciones que, o bien ya disponen de una maquinaria más consolidada (Ciudadanos), o bien tienen cuadros políticos de mucho más renombre que pueden ayudar a su ascenso o generar credibilidad al votante españolista (léase Vox o UPyD). Lo cierto es que, a pesar de que PxC no ha ocultado sus simpatías con el unionismo, ha sido el discurso en contra de la inmigración el que la ha posicionado: discurso manipulado y populista, dicho sea de paso, que se sustenta sobre el miedo y el desconocimiento al recién llegado. Discurso condenable para muchos de nosotros.

No hay que olvidar, además, que PxC era un partido hecho a medida de un hombre, un animal político. Y, por tanto, hay que ver si PxC se puede entender sin Anglada al frente. Sin desmerecer a nadie, ni algunas de las figuras intelectualmente más brillantes del partido –como el mismo August Armengol, jefe de la oposición en el Vendrell– tienen el magnetismo político que ha cultivado Anglada con su política de a pié. A los nuevos dirigentes de PxC se les gira mucho trabajo, porque tendrán que reposicionar un partido que ha decapitado su principal activo mediático.